Felip Ariza

Ciudades para un planeta global

Día Mundial del Urbanismo 2021 ·

La eficiencia es más fácil de conseguir en ciudades ordenadas que en las aglomeraciones descontroladas de zonas de desarrollo emergente y disponer de una red de ciudades es una ventaja europea

David Dobarco

Valladolid

Lunes, 8 de noviembre 2021, 07:01

Richard Rogers publicó Ciudades para un Pequeño Planeta hace 25 años, uno de los últimos grandes textos como referente básico para un urbanismo sostenible. Tras evidenciar las repercusiones cotidianas de la Ciudad y la Arquitectura sobre el ser humano, advertía del impacto ambiental negativo de ... desarrollos urbanos descontrolados y la necesidad de un urbanismo sostenible, fundamentado en las 4R (Reducir, Reutilizar, Rehabilitar y Reciclar). En el tiempo transcurrido, sus ideas se han asumido mayoritariamente pero, bajo el paraguas de la globalización, han surgido y surgen, de forma acelerada, profundos cambios económicos, sociales, políticos y… ambientales, que afectan a los asentamientos humanos y la Humanidad descubre que, junto a logros admirables, hay una cara oscura que amenaza incluso la propia supervivencia.

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Ulrich Beck, tras el desastre de Chernobyl, propuso la idea de La Sociedad del Riesgo caracterizada porque «los riesgos sociales, políticos, económicos e industriales tienden cada vez más a escapar de las instituciones de control y protección de la sociedad industrial«. La pandemia de la covid19 ha contribuido a ampliar esa toma de conciencia y los últimos dos años han evidenciado que la globalización, además de grandes ventajas para el conocimiento, el comercio planetario y una necesaria colaboración internacional, también tiene aspectos inquietantes. Así lo muestran nuevas vulnerabilidades; sanitarias, no se sabe cuándo se controlará la pandemia globalmente, pero anuncian otras nuevas; los riesgos de la inteligencia artificial y ataques cibernéticos; la logística que evidenció el bloqueo del canal de Suez por el Ever Given; la energética, por dependencia de los hidrocarburos durante la transición hacia fuentes renovables, etc. Todo ello enmarca un complejo contexto geopolítico, que perfila un nuevo orden mundial y, por si fuera poco, afrontar el cambio climático precisa drásticas reducciones de emisiones de carbono en el medio urbano, aunque esta vez parecen estar más implicados países determinantes.

El Pacto Verde Europeo, suscrito por la UE en diciembre de 2019, impulsa una sociedad que afronte el cambio climático, mediante la descarbonización de su economía y la sostenibilidad de su medio ambiente, tanto urbano como territorial. Tras la pandemia se invoca la «resiliencia» de su economía y ciudades, y se crea el Plan de Recuperación para Europa, que valora la crisis inducida como oportunidad de reconvertir la Comunidad a una economía verde, mediante los fondos Next Generation: ayudas de 800.000 millones de euros durante siete años. Es un refuerzo que potencia la capacidad de acción comunitaria y bienvenidas sean, pero es que hay más crisis. España es uno de los países más beneficiados pues crece la vulnerabilidad de su economía, no recuperada de la crisis de 2008 y con sus motores económicos deteriorados. Los fondos NG mejorarán nuestras ciudades mediante la rehabilitación energética y el fomento de las viviendas de alquiler.

La crisis global devuelve un carácter estratégico a la producción de ámbito local ignorada y deslocalizada por criterios económicos, simplistas en su concepción del lucro. Ulrich Beck advertía de que la hipertrofia del beneficio podría llegar a colapsar el sistema y ya vemos lo que cuesta «reflotar», nunca mejor dicho tras el Ever Given, la economía mundial tras la brutal subida de precio en fletes y materias primas y las dificultades de retomar la producción industrial. La vuelta parcial al contexto local y a recursos propios es necesaria dentro del mundo global; es el equilibrio entre pensar globalmente y actuar localmente. Se sabe que los asentamientos urbanos son focos principales de alteración climática por su mayor impacto en la huella de carbono, que debe reducirse mediante una construcción eficiente energéticamente y materiales de trazado sostenible. Pero esa eficiencia es más fácil de conseguir en ciudades ordenadas, que en las aglomeraciones descontroladas de zonas de desarrollo emergente, y disponer de una red de ciudades es una ventaja europea. Nos va el futuro en afrontar con éxito la recuperación de nuestro medio ambiente, urbano y rural, pero es un esfuerzo que necesita el apoyo ciudadano; el civismo de disfrutar y mantener el espacio público; alcanzar la multifuncionalidad de que la ciudad cubra servicios básicos en un cuarto de hora andando; de jerarquizar la movilidad sostenible y el transporte eficiente; de que se garantice la conectividad y no se aumente la brecha digital…

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Buscamos que nuestras ciudades y sus territorios puedan responder a los múltiples desafíos globales y, aunque estén consolidadas, es una ventaja para su mejora, haciéndolas más eficientes, innovadoras, atractivas y justas, y esa es la aportación determinante que el urbanismo debe y puede hacer a un planeta globalizado.

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