Secciones
Servicios
Destacamos
El ministro Garzón está ocioso. Elevaron una secretaría general a rango de ministerio para que tuviese su cartera y el hombre vaga por las dependencias ministeriales como un Hamlet en busca de fantasmas. A Alberto Garzón tal vez le habría gustado ser alemán y así ... disponer de un partido verde potente y de una industria más potente aún. Así no tendría que estar a expensas del turismo, esa turba de camareros y kellys que atienden a los señoritos del norte europeo. Servidumbres del capitalismo.
Después de desdeñar el turismo, Garzón la emprende ahora contra el sector ganadero. No lo hace por capricho, sino atendiendo a la salvación del planeta. Le preocupan sobremanera las flatulencias de las vacas y las emisiones de gases de efecto invernadero que acarrea la ganadería. No importa que sus datos estén sacados del barullo de Internet ni que estén anticuados o incluso en franca contradicción con los que posee el Ministerio de Transición Ecológica. Tampoco que las emisiones de la ganadería se hayan reducido considerablemente en los últimos años. Hay que comer menos carne. Punto.
Si en el menú de su boda hubo carpaccio de ternera, solomillo de ternera y jamón ibérico no quiere decir nada. Una cosa es predicar y otra dar trigo, o comer verdura. Si el transportar dos aguacates de la otra parte del mundo supone mayor contaminación que un kilo de carne no es problema de Garzón. Él está en otra cosa. Es un 'youtuber', no un científico ni una persona responsable. Es un muchacho inquieto que mira por aquí y por allá. Es el niño revoltoso que Sánchez sienta a su mesa ministerial y le da el juguete de Consumo para que no moleste a los mayores. Claro, que a veces rompe un cristal, como este de ahora. Y tiene que salir una persona mayor, un ministro de verdad como Luis Planas, a recoger los cristales y tratar de calmar al vecindario.
Prometiendo que el niño no volverá a molestar. Algo que nadie se cree porque nadie le quita la pelota al niño. Y va por ahí botándola, dándole patadas a lo loco. Como el boleón que le dio al pensamiento económico –al pensamiento en general– cuando sentenció que deberíamos imitar a la economía argentina. Hacer un corralito y meter allí a todas las vacas, los cerdos, los turistas y los touroperadores, supone uno. Algo así. Porque como ha afirmado el ínclito ministro, sin planeta no tenemos vida, ni tenemos salarios. Seguramente después de esta aseveración, no volveremos a oírlo en un tiempo. Ese tipo de reflexiones, como todas las suyas en general, deben de producir un enorme cansancio, un desgaste brutal de energías. Que le den mucha lechuga, por favor.
¿Ya eres suscriptor/a? Inicia sesión
Publicidad
Publicidad
Te puede interesar
Publicidad
Publicidad
Esta funcionalidad es exclusiva para suscriptores.
Reporta un error en esta noticia
Comentar es una ventaja exclusiva para suscriptores
¿Ya eres suscriptor?
Inicia sesiónNecesitas ser suscriptor para poder votar.