La historia de las ciudades es la historia de sus habitantes, las piedras callan por siempre. Cada ser que vive en una ciudad es parte de su historia; cada anciano, cada niño con sus modestas vidas anónimas escriben la historia de las ciudades. Las ciudades ... son sus moradores.

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El único destino de las ciudades es sobrevivirse a sí mismas. Las ciudades son sus habitantes, no su urbanismo. La desatención del entorno urbano provoca la deshumanización de la ciudad. El urbanismo es, en esencia, una actividad encaminada a la conformación del medio ambiente, una ciudad no es solo un entorno urbano aislado de su entorno natural.

Los barrios de las ciudades son universos con vida propia, lo que existe es un enjambre de barrios, esa es la vitalidad de la urbe. Cualquier ciudad, por muchas glosas que hagamos de ella es una estructura de emplazamiento, y en este utilitarismo urbano prolifera la vida, como un perfecto estado de zozobra, no sé si del alma, como dice Claudio Rodríguez. Quizás sea una permanente transición de infinitos estados de vida que entran en colisión.

Es ley inexorable de los tiempos que las ciudades crezcan y se transformen o envejezcan y se extingan lentamente. Pero este crecimiento no depende exclusivamente de la acción de sus gobernantes, las urbes tienen un tejido socioeconómico que las hace crecer espontáneamente, y las directrices políticas orientan el crecimiento en determinadas direcciones y a partir de ello la suerte está echada.

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