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Compadezco a los actuales titulares del convento de las Brígidas, que lo compraron para montar un emporio de hotel y restauración que ha salido como un tiro por la culata y con pocas posibilidades de triunfar. No obstante, como dicen los entendidos en finanzas, ... los únicos errores económicos que arregla el tiempo son los inmobiliarios. Pero cuando la empresa salmantina adquirió hace veinte años el inmueble a las monjitas, nada hacía suponer que durante más de una década caerían chuzos de punta sobre casi cualquier proyecto, pero muy especialmente el de bares, restaurantes y hoteles. Las dos crisis que llevamos a la espalda afectan a todo quisque, pero más a un sector que vive de la seguridad laboral de sus potenciales clientes.
Es triste decirlo pero, a día de hoy, el plan detallado por los propietarios está más muerto que la yenka, y si todavía creen que van a rehacerse del mal paso que dieron en el 2000, mejor que vayan asumiendo que la maldición económica va para largo. Por si alguno piensa que soy un aguafiestas, les dejo este lamento de la Asociación Regional de Hostelería del último jueves: «Desde las administraciones se debería entender que sin ingresar no se puede pagar, y aunque son ellas mismas las que nos obligan al cierre, ninguna se aparta de recaudar los ingresos en forma de impuestos».
Anda, que no les queda mili a los dueños del cenobio, que no viene de cena precisamente…
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