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Por muy optimistas que sean los organizadores de las ferias de 2021, estoy casi seguro de que ellos también tienen dudas sobre si será posible celebrarlas o se repetirá la historia del año pasado. Formo parte de ese grupo (me temo que numeroso) que ... apenas ven salidas a esta calamidad que nos impide hacer vida normal sin hablar del ritmo de vacunaciones, de botellones peligrosos, de UCIS ocupadas y de saturación de las consultas de Atención Primaria. Con este panorama ¿a quién le apetece hablar de los pinchos de la Feria de Día, de la noria más grande del mundo, de las actuaciones musicales o de los chatos de Cariñena con canutillo de hojaldre? Pues a mí, sin ir más lejos.
Necesito leer una y otra vez ese programa festivo, aunque no disfrute de todas las posibilidades que ofrece; tengo curiosidad por saber a qué hora empiezan los toros, qué días actúan Ana Torroja o Miguel Poveda, qué nuevo récord Guinness intentaremos superar, o cuándo se repartirá la tarta de San Lorenzo, si es que se hace. Es curativo saber que alguien está diseñando un septiembre para aplaudir o chatear, aunque siga siendo obligatorio hacerlo con la mascarilla calzada.
El calendario festivo me ha dado un chute de optimismo, porque no es igual ver a Luz Casal o a Don Patricio actuando en la Plaza Mayor que seguir las Ruedas de Prensa del vicepresidente Igea. Puede que el programa sea una quimera, pero no hay color.
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