Isabel Díaz Ayuso y Toni Cantó, en las pasadas elecciones madrileñas. Juan Carlos Hidalgo-EFE

Los chiringuitos y la conciencia fiscal

«Seguimos lamentándonos de lo elevado del fraude fiscal en España, publicamos listas interminables de morosos y registramos la existencia de una vasta economía sumergida»

Antonio Papell

Valladolid

Domingo, 4 de julio 2021, 08:17

El miércoles 30 de junio, día en que concluía el plazo de la presentación del IRPF para aquellos que debían pagar porque les salía positiva la declaración -la sensibilidad de muchos contribuyentes estaba por consiguiente a flor de piel- , se conocía que Isabel Díaz Ayuso ... había nombrado a Toni Cantó, un actor de discreto renombre, exdiputado de UPyD y de Ciudadanos, director del área de la Oficina del Español, un órgano de nueva creación con el que la Comunidad de Madrid pretende convertir a la región en la capital del idioma en Europa (sic).

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La presidenta regional devuelve así el favor de su adhesión a un desertor de Ciudadanos que había perseguido con saña los chiringuitos de la Comunidad Valenciana (sobre todo los relacionados con la lengua valenciana), que dijo maldades irrepetibles del Partido Popular y que siempre quiso vestirse con un manto de integridad que se ha ido deshilachando con el tiempo hasta el ridículo actual. Como es sabido, tras la debacle de Ciudadanos, Cantó se arrimó a Ayuso en Madrid en vísperas de las pasadas elecciones anticipadas pero no pudo ser incluido en la lista del PP porque el Tribunal Constitucional se lo vetó por cuestiones de empadronamiento; en todo caso, se adhirió a la campaña. Más tarde, Ayuso se negó a incluirle en la nómina de sus consejeros, en una administración que tiende a la baja (se ha llevado a cabo la eliminación de cuatro consejerías, cuatro secretarías técnicas, una viceconsejería y dos comisionados -el de bienestar animal, y el de revitalización de municipios rurales-).

Y finalmente, para agradecer el apoyo del tránsfuga, Ayuso ha creado un chiringuito tan pintoresco que incluso podría pensarse que se trata de una venganza de la presidenta dirigida a molestar a quienes han presionado para que lo acoja: el ridículo de Cantó, debelador de 'chiringuitos' y espada flamígera de la corrupción es inenarrable. Entre otras razones, porque este encomiable cometido de cuidar la lengua española, de darle brillo, de proyectarla por el mundo ya está en hoy en manos ilustres: la del director de la Academia, Santiago Muñoz Machado, y la del más eximio poeta vivo, Luis García Montero. Frente a ellos, el actor, que tiene incluso problemas con la sintaxis en sus tuits y cuyo historial profesional no pasa de las series costumbristas en televisión, queda como un títere de feria en el Arqueológico Nacional.

Sería una hipocresía reducir la corrupción a este caso concreto. Siempre ha habido/hay chiringuitos en este país, a pesar de los avances que se han hecho en la lucha contra la corrupción y los abusos del poder. El propio presidente de VOX, Abascal, se benefició de algunos de ellos también en la Comunidad de Madrid en tiempos de Aguirre. Por eso es tan chocante el caso: por la cuenta que le tiene, VOX tendrá que condescender con aquello que repudia y que se ha convertid en uno de los escasos leitmotiv de la organización. El descrédito de la política ya ha alcanzado también al último de los llegados a la competición parlamentaria.

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Mientras tanto, seguimos lamentándonos de lo elevado del fraude fiscal en España, publicamos listas interminables de morosos, registramos la existencia de una vasta economía sumergida. En definitiva, padecemos las consecuencias de una inexistencia incívica de conciencia fiscal. Mal está la situación, pero no es difícil observar que todo ello se debe al mal ejemplo que nos dan las superestructuras políticas de este país. Los chiringuitos como los de este cómico de la legua, encargado ahora de propagar la lengua española para que Madrid siga siendo la capital del español en Europa (al parecer su liderazgo está amenazado por Riga, Sarajevo o Berlín), son una auténtica provocación para los ciudadanos que cumplen con sus obligaciones fiscales, que exigen de la política la gestión de unos servicios públicos eficientes y transparentes, y que exigen que desaparezcan la desfachatez y el amiguismo en todos los escalones políticos de este país.

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