El chiringuito

El gatopardo Igea agita de nuevo el sonajero de la transparencia y promueve una comisión con el loable propósito de echar cuentas y meter mano a unas cuantas (pocas) fundaciones, empresas públicas e institutos que sestean con cargo al presupuesto. No caerá esa breva. Alguien dijo una vez que si quieres solucionar un problema nombra un responsable, pero si quieres que perdure, monta una comisión. Pues eso.

Y es que ya hemos visto demasiadas veces desaparecer el garbanzo bajo el cubilete como para no intuir que estos alardes de regeneración pueden quedar a la postre en agua de borrajas.

El asunto no es nuevo. Ya hubo un plan renove sobre estos oscuros entes en tiempos de la crisis, que se solventó a regañadientes y de forma cosmética encajando unos a otros como muñecas rusas o desembarcando al personal con armas y bagajes en la Consejería de turno. Se simplificó la arquitectura, pero no vimos desmantelar realmente estas canonjías ni a los damnificados por la reforma llorando por las esquinas.

Cierto es que en todas las taifas del Reino se han sembrado chiringuitos a granel con la aviesa intención de eludir controles y servir como pago de favores y nicho de empleo para afiliados, amiguetes y familiares varios. Un mal de muchos que no debe procurarnos ningún consuelo.

Desde la propia Junta ya anuncian que la cosa no será para tanto y que los afectados, pese a su recluta digital, no van a hacer cola en la fila india del paro. Así que, en vez de cantar salmos como los cristianos que echaban a los leones en el circo, pueden ir entonando con alegría la canción de Georgie Dann.