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Donald Trump ha tomado dos decisiones para conseguir su reelección en noviembre. Con 22 millones de desempleados, primará la reactivación de la economía sobre la protección de la salud, que deja en manos de los gobernadores de los estados. Por otro lado, culpará a todas ... horas a China de la pandemia. El presidente sigue el viejo libreto populista de fabricar un enemigo externo al que achacarle todos los males domésticos, lo en este caso podíamos denominar un chino expiatorio.
Las consecuencias para la economía y la seguridad pueden ser muy dañinas. Vivimos una crisis global que requiere intensificar la cooperación y gestionar la interdependencia y no fomentar tensiones geopolíticas ni guerras comerciales. China ha acelerado en los últimos años su ascenso pacífico, desplegando una influencia política desconocida en nuestro tiempo a través de medios económicos y militares. Ante el repliegue y el aislacionismo de Estados Unidos, el régimen de Beijing ha jugado bien sus cartas para gestionar sus intereses nacionales en una globalización que ya no se organiza solo a partir de categorías occidentales.
Ahora Trump quiere inundar el ciclo de noticias con la hipotética responsabilidad de China por la pandemia y acusa frontalmente a la superpotencia rival de ocultar deliberadamente el origen del virus. Tanto él como el Secretario de Estado, Mike Pompeo, han afirmado que tienen pruebas de que esta infección salió del conocido laboratorio de virología de Wuhan, donde un empleado, el llamado paciente cero, se habría contagiado. No han aportado estas pruebas y hasta que lo hagan, es una hipótesis sin validez, refutada entre otros por las agencias de inteligencia de Estados Unidos.
Conforme al relato conspiranoico de Trump y Pompeo, China habría tapado el accidente, en vez de reaccionar atendiendo al riesgo global que podía tener. Se invalidaría así la explicación aceptada por la comunidad científica global de que el virus saltó de un animal, posiblemente un murciélago, a un humano en el mercado de animales vivos de esta ciudad china, a pesar de que se ha demostrado que la gran mayoría del primer centenar de infectados circularon por ese espacio público.
Las condiciones de seguridad de un laboratorio son muy superiores a las de los mercados populares y los científicos de este centro de Wuhan siguen protocolos de control y seguridad altos, entre otras cosas porque trabajan con muchos socios internacionales. Es cierto que habían tenido algunos problemas en este ámbito el pasado y que pidieron ayuda precisamente a EE UU. Pero a día de hoy los hechos no respaldan la tesis de Trump, algo que nunca le ha importado al actual ocupante de la Casa Blanca.
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