

Secciones
Servicios
Destacamos
En uno de sus mensajes revolucionarios más inspirados, Mao Zedong señaló en la primavera del año 1929 a los barones del Comité Central del Partido ... Comunista el camino a seguir para alcanzar la victoria en su guerra contra el Kuomingtang, los nacionalistas que habían puesto en marcha un vendaval bélico arrollador. Con el talante profético que iluminaba los detalles de su estrategia, Mao anunció a sus camaradas «el cambio de rumbo de las masas que nos seguirán sin duda alguna, pues una pequeña chispa incendiará la pradera». Esa premonición de hace casi un siglo regresa a la memoria de los jóvenes chinos que se echan estos días a las calles pidiendo libertad, frente a las restricciones y censuras impuestas por el Gobierno de Xi Jinping para atajar el rebrote de covid-19. Esos levantamientos en China contra el poder político han demostrado siempre que, cuando los jóvenes universitarios se mueven allí para invocar la libertad, el fuego corre hasta el límite probable de una brutal represión.
Durante la pasada semana, ni la intervención rigurosa de la censura oficial en las redes sociales, ni la policía encargada de imponer el orden público a bastonazos lograron ahogar las manifestaciones en una decena de grandes ciudades. El estallido de cólera contra las normas rigurosas de confinamiento, dictadas por el Gobierno para mantener recluidos en sus casas a centenares de millones de ciudadanos y ponerlos a salvo de la pandemia, ha generado una protesta de raigambre política. Las consignas pregonadas en esas manifestaciones censuraron la encerrona del 'covid cero' y el poder absoluto del partido único, cuyo presidente Xi Jinping fue enaltecido al Olimpo de su largo reinado. «Alto a la presidencia vitalicia». «Queremos menos test contra el covid y más libertad». «Abajo la censura». Nunca se habían escuchado en las calles de Shanghái, Beijing, Cantón o Wuhan tales gritos de protesta febril desde las revueltas callejeras de Tiananmen en 1989.
El secretismo del Gobierno impuesto al enigma del origen del covid tras su anuncio hace tres años, ha mantenido ese misterio y los planes sanitarios para frenar su contagio, aplicados con la mano de hierro de un régimen totalitario. El fracaso de la vacuna para atajar la pandemia y la dudosa eficacia de los encierros domiciliarios de millones de personas ponen de manifiesto el talante de una gobernación autoritaria sin argumentos ni límites. Al exagerado e inútil confinamiento, que no ha logrado poner coto a la pandemia, se suma ahora la frustración que convoca a las protestas callejeras contra las restricciones de libertad. Los contagios se han disparado, amenaza de nuevo el riesgo de víctimas mortales y el sistema de atención médica está abrumado.
Al otro lado de esa muralla sanitaria, amenaza ya otro fracaso inesperado: la regresión de la economía china, la segunda más grande a escala mundial. El crecimiento del Producto Interior Bruto ha caído muy por debajo de las generosas previsiones, el paro juvenil ha superado el récord del 20%, se han restringido bruscamente las exportaciones y se han reducido los beneficios corporativos, la cúspide del modelo económico más lucrativo en el mundo desde hace dos décadas. La economía china ha entrado definitivamente en una fase de extrema desaceleración. Un centenar de ciudades están amuralladas luchando contra las infecciones del coronavirus, el espacio equivalente a la mitad de la actividad económica de China del que sale el sesenta por ciento de sus exportaciones. La maquinaria de Xi Jinping hubiera debido ponerse en marcha con la estrategia del 'covid cero', demostrando así la superioridad del modelo autoritario, también represivo, sobre el modelo del 'caos Occidental'. El fracaso sanitario arrastrará por vez primera a la economía china hasta el crecimiento cero. El Gobierno de Beijing ha perdido mucho tiempo y ha despilfarrado demasiados recursos para frenar la pandemia, pero no ha logrado elaborar una estrategia eficaz para salir de la jaula de las restricciones de movilidad que impone a sus ciudadanos.
Las manifestaciones de la pasada semana contra los planes gubernamentales para combatir la pandemia no han alcanzado aún el vigor de aquel levantamiento de la plaza de Tiananmen, aunque han sido ya reprimidas con violencia por las fuerzas de represión. Un millón de personas se manifestaron en Beijing a pecho descubierto gritando ante los tanques en 1989. Las manifestaciones de esta semana pidiendo libertad, mientras la policía confiscaba los teléfonos móviles y detenía a una decena de estudiantes, ha sido sólo un eco lejano de aquella protesta y la desdichada escena de una batalla perdida por el gobierno chino contra la pandemia. Durante el primer año de esa calamidad a escala planetaria, la propaganda de Pekín repetía su pronóstico vanidoso: China alcanzaría el primer puesto de gran potencia dominante del mundo, ya que los países capitalistas no tendrían la capacidad de organizar con eficacia y rapidez la estructura sanitaria y la disciplina de los ciudadanos para combatir aquella pandemia imparable, de cuyo origen nadie ha dado noticia cierta. En definitiva, esa respuesta urgente a la pandemia demostraría la superioridad del sistema chino y la derrota del capitalismo de las sociedades occidentales.
opinion_norte_0387
China sigue empecinada en su política del 'covid cero' y se tambalea mientras otras naciones alcanzan su vida normal. La chispa intuida por Mao Zedong que incendió la pradera brotó también de una explosión mundial gigantesca, social y política, la que divide los intereses y desgarra a las dos Chinas que siempre han existido: la de la miseria y la del negocio.
¿Tienes una suscripción? Inicia sesión
Publicidad
Publicidad
Te puede interesar
Publicidad
Publicidad
Esta funcionalidad es exclusiva para suscriptores.
Reporta un error en esta noticia
Comentar es una ventaja exclusiva para suscriptores
¿Ya eres suscriptor?
Inicia sesiónNecesitas ser suscriptor para poder votar.