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La dupla, o doble pivote, que forman Pedro Sánchez y Óscar Puente, no atraviesa su mejor momento. Entre inundaciones y desprendimientos, ni el okupa de La Moncloa ni el Sumo Pontífice ferroviario gozan de una etapa de relajación. Y si el vallisoletano tuvo ya su ... episodio fotográfico, superado con ciertas dudas, de hecho y de derecho, ahora le toca a su 'puto amo', en ese retrato en el que aparece, junto con el comisionista Aldama, en un cuarto en cuya puerta puede observarse un cartel de prohibido. Quizá el paso, quizá las prácticas que los reunieron. Un espacio exclusivo y excluyente, sin por ello dejar de ser cutre, al hilo de un mitin. Paradójicamente, la foto de Puente en el yate de lujo de su amigo empresario, al que le adjudicó la compra de mascarillas, tenía su punto de glamour.
Anda Puente últimamente intentando blanquear su ardiente genealogía de mensajes henchidos de barbarismos, nutridos con la semántica y la sintaxis del lejano eco del grito de Tarzán convocando a Chita en su propia selva descarrilada y disfrutona –por usufructuaria– del erario público. Pero Cesare Lombroso, el famoso criminólogo y médico italiano, no estaba del todo desencaminado.
Así que aquí tenemos a este par de dos. A este par de seductores, como en aquella película que protagonizaron Steve Martin y Michael Caine. Claro que alguno pensará que les encaja mejor el título de 'Vaya par de granujas'. En realidad ambos títulos contienen el elemento común del engaño. De la farsa. Lo que en política adquiere naturaleza de arte, oficio que exige una destreza al alcance de muy pocos. La coherencia y los escrúpulos suelen ir en el mismo pack, difícilmente se encuentran por separado.
Si Sánchez llevó al consejo de ministros a Puente no fue por casualidad. Que en ese gremio no existe. Quizá fue el volumen del ladrido, la profundidad de la dentellada… Quizá. Y sin duda el grado máximo, sublimado, de obediencia al líder supremo. Lo que habla muy mal de la opinión sobre sí mismo, pero extiende una formidable y mullida alfombra hacia mejores paraísos en el poder.
Una docilidad hacia el 'puto amo' que extiende sus efectos, más si cabe en estos momentos tan procesales, también a la 'puta ama', pues no es solo la mujer del presidente, sino una primera dama de hecho, ya que no de derecho.
¿Puede el mayordomo sustituir a su señor? Hablamos, claro, de un sector de toxicidad ética y política. Sí, puede. Todo estriba en el proceso de degeneración y la sincronía entre el momento en el que uno descarrile y el otro simule su idoneidad como maquinista. Siempre con la simpatía de eso que llaman bases. Siempre en auxilio… del vencedor.
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