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El frío, a veces en gélida y ventosa modalidad, ha llegado para quedarse unos meses al Páramo de La Parrilla, esta meseta que gobierna, con engañosa silueta fortificada, una cementera que muestra su descomunal volumen cuando se enfila la carretera que lleva hasta Montemayor de ... Pililla. De momento no he ido a tomar café a La Martina, pero no tardaré. Frente a la chimenea del pequeño palco de la plaza de tientas de Quinta de Tierz, comienzo a revisar la prensa entre el hipnotismo que provocan la danza cambiante y sinuosa de las llamas y el efecto reconfortante del calor. Si giro la cabeza, a través de los cristales de la ventana observo como pastan las vacas de vientre. Ayer parió Legalista. Un precioso y hermoso macho. Hijo del semental Farsante.
Los nombres no son inventados aunque, lo reconozco, dan su juego. Ahora, en los libros de la ganadería, debo decidir si hay que llamar al recental Legalista o Legalisto. No lo sé… Existe un vacío legal. La tradición impone llamar a la cría con el mismo nombre que su madre, pero en algunos casos se masculiniza. Depende. La semana pasada nació un macho de Enfadita, y anoté Enfadito. Pero en este caso no lo tengo tan claro. Dado que mi trabajo es la abogacía (desde hace la friolera de 35 años, algo que no lo atempera ni la mejor de las chimeneas, que ofrecen generosamente su calor pero no evitan el vértigo del paso del tiempo), como profesional liberal, y soy ganadero en ratos libres (nunca mejor dicho), nunca me he tenido que plantear eso de la dedicación exclusiva.
De espaldas al fuego, ahora, me entretengo en contemplar los movimientos, inquietos, juguetones, de cambiantes trayectorias, de las crías. Es época de paridera. Farsante es un padre prolífico y en el cercado de las madres se respira un ambiente electrizante de guardería. ¿Legalista o Legalisto?, pienso.
Los vacíos legales siembran la duda y son pasto propicio para sobrealimentarse. Poco puede revolverse en una carencia normativa, pero es un río del que los pescadores pueden obtener una provechosa ganancia. Contemplarlos como un espacio acotado, limitado por los principios de la buena fe y la evitación del fraude de ley, supone entender el Derecho como la extensión legal de la ética. Aplicarlos con entusiasta generosidad interesada y egoísta, lo contrario.
Va cayendo la tarde y hay que echar más leña al fuego. Libero mi mente de conceptos jurídicos. A fin de cuentas, el campo es un desatascador de conflictos. Aquí todo es compatible, al margen de que criar reses de lidia es deficitario. El único beneficio es anímico. Al fondo, bajo una encina, en la penumbra, alejada del hato de madres, Obsequiosa se prepara para parir. El regalo de la vida.
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