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Puede que el resucitado caso Juana Rivas les impida ver el frondoso bosque de patologías no inocentes que atraviesa el entramado político e ideológico de España. Ella, ya saben, estaba en miles de hogares que, metafóricamente, la acogieron cuando la Justicia le pisaba los ... talones. Miles de iniciativas 'pillafondos', por si el asunto salía bien y podían presentar un parte de adhesión a ese régimen de feminismo que vive del ahorcamiento de lo masculino. Y sacarle algún tipo de rentabilidad, oye, quién sabe. Pero, ya les digo, que este caso, en sus últimos coletazos con intentos de camuflar la verdad, lo real, con los informativos públicos tan inquietos en tergiversar lo cierto, no les despiste de otras actuaciones de mayor rango, de más profundo calado, de simbolismo impagable. De esos en los que la tarjeta de crédito debe colocarse debajo del carné del partido. Hay que saber presentarse antes de pasar por caja.

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Con Juana Rivas el gobierno Sánchez hizo una prueba de explosión controlada de la legalidad, cuando fue indultada para que ella, ¡oh, ella!, no ingresara en prisión. Había que contentar a los ideólogos del feminismo (anda, Errejón, ¿qué tal esas normativas tan igualitarias en su desigualdad?) que vendían un producto que, con esta mujer, perdía todas sus capacidades de aclarado y lavado. Luego, ya saben, han seguido otros indultos que, en realidad, se sustentan en lo mismo: dejar la ley a un lado cuando puede impedir seguir chupando del bote.

Disculpen el inciso futbolero, pero lo de Olmo, el jugador del Barcelona, no se escapa al general desprecio a la legalidad. Aunque teniendo en cuenta que es el Generalísimo Fiscal (denominación acuñada al socaire de este glorioso año inaugurado por Sánchez) quien más la ha burlado, todo lo demás debe asombrar de modo relativo. Aquí, en Castilla y León, lo más interesante es la postulación para nuevo entrenador del PSOE SCF (Sánchez Club de Fondos), una vez que al anterior le han aconsejado que abandone el club antes de que le aplicaran los métodos depurativos propios de una maquinaria de escalofriante, que no duda en ejecutar el desmembramiento civil de los disidentes ejerciendo una insoportable tensión desde diferentes perspectivas, ninguna amigable. Nada que envidiar a los impíos métodos de los faraones más crueles.

El negocio piramidal de Moncloa replica el férreo control del antiguo Egipto sobre sus humillados súbditos. Sánchez no hace prisioneros con sus antiguos delegados comerciales territoriales. Para ellos –eso sí, con sueldecito– se reserva el sarcófago oscuro de quien pasa a ser un cadáver político, pendiente de la autopsia definitiva si osara reclamar más reconocimiento que un mísero y displicente olvido.

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