

Secciones
Servicios
Destacamos
Un artículo publicado en estas páginas, o en esta web, según cómo se mire y cómo se lea, me convocó con unos recuerdos de la ... primera juventud. Hace pocos días. El titular se refería a la última cárcel de la Inquisición en Valladolid. Carolina Amo firmaba la información. Aparecía una imagen del colegio Macías Picavea, en la calle Madre de Dios. Allí se ubicó el presidio. También aparecía otra foto. Del número 20 de esa vía, lo recuerdo bien. La prisión que funcionó como tal hasta que llegó el centro penitenciario cercano a Villanubla.
Cuando vine a vivir a Valladolid, procedente de Gerona, donde ya era evidente el supremacismo burgués y nacionalista, aquella, la de Madre de Dios 20, fue mi casa. No, no tenía edad penal, apenas 13 años. El traslado obedecía a la profesión de mi padre, director de prisiones. Nada traumático, o eso creía yo. Séptima ciudad en apenas un puñado de calendarios. Y, afortunadamente, la última.
Y en ese colegio, Macías Picavea, donde se ubicó la cárcel diabólica, cursé mi primer día de octavo de EGB en Valladolid. El primero y el único en el que fui a ese centro educativo. Por alguna razón ese mismo día me dijeron que me tocaba ir al Jacinto Benavente, en el barrio Belén. Sin problema, un colegio más o menos era algo ya irrelevante. Nuevos compañeros, profesores diferentes… Ya era un profesional de la adaptación a entornos cambiantes.
Enfrente de la prisión paraba el bus urbano. Dos días a la semana me llevaba hasta el viejo estadio José Zorrilla. Cuando me montaba ya venía en él Fano, con quien compartí una temporada en los alevines del Valladolid. Él llegó al primer equipo. Yo hasta el Instituto Zorrilla. Nunca se sabe qué es mejor. Incluso a toro pasado, no es tan fácil calibrar lo vivido.
Y, claro, ver la foto me traslada al recuerdo hacia mi padre, José María, quien por cierto publicó en aquellos años un artículo aquí, en El Norte. Sobre las condenas y las prisiones como un mal necesario, o algo así. Sería por 1.980, creo. Tengo que buscarlo.
Un hombre tan consistente en su personalidad como sensible ante la adversidad de sus seres queridos. Algo parecido a como describió García Lorca a Sánchez Mejías, '¡Qué duro con las espuelas!, ¡Qué tierno con el rocío!´. Valeroso pese al comando de ETA que le seguía cuando vivíamos en Basauri, tanto como para llevarnos a ver al Zaragoza al viejo San Mamés. Frágil en su tristeza por la prematura muerte de mi madre. Siempre digno.
Han cambiado los dueños de la inquisición, y en sus hogueras queman el ansia de libertad de quienes no se someten a la corrección impuesta, a la impostada e interesada compostura. Qué cosas, un par de fotos y la hemeroteca personal se activa. Y la nostalgia, encarcelada, se fuga un rato hasta volver a su celda.
¿Ya eres suscriptor/a? Inicia sesión
Publicidad
Publicidad
Te puede interesar
Publicidad
Publicidad
Esta funcionalidad es exclusiva para suscriptores.
Reporta un error en esta noticia
Comentar es una ventaja exclusiva para suscriptores
¿Ya eres suscriptor?
Inicia sesiónNecesitas ser suscriptor para poder votar.