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No creo que sea la nostalgia, aunque una estación de ferrocarril siempre es caldo de cultivo para la melancolía. Encuentros y despedidas. De aquello aún ... me acuerdo, y eso que entonces tenía 15 o 16 años. Algún verso escrito en esas pasarelas elevadas de metal y madera que cruzaban las vías. También recuerdo, aunque la huella sentimental es muy diferente, que en clase de Derecho procesal el profesor se valía de la imagen de los raíles para que nos hiciéramos una idea inicial y básica de lo que era un procedimiento judicial, por los que transitaba un proceso concreto, al que también se puede llamar autos, aunque yo solo me imaginaba vagones. Entonces yo ya había dejado de jugar con el tren que mi padre instalaba cada año en un tablero enorme, con sus desvíos, sus semáforos, sus andenes… Decía que no creo que sea la nostalgia, pero el caso el caso es que la controversia sobre la estación Valladolid-Campo Grande tiende a generar cierta tristeza. De pronóstico ciudadano, digo reservado.
Molestan algunos calificativos para conseguir la aprobación cautiva. Lo digo por aquello de que la nueva estación proyectada vaya a ser vanguardista. Y por establecer comparaciones con el estadio Santiago Bernabéu. Valladolid ya atravesó una época en la que, bajo la excusa de la modernidad, se perpetraron ataques incalificables contra el patrimonio, la estética urbana de equilibrio de volúmenes y de aprovechamiento racional de espacios. Ya saben, esas colleras entre concejales de urbanismo y arquitectos más atentos al negocio que a los mandatos técnicos. Horterada y despilfarro de la mano, para perjuicio de las arcas públicas y del paisaje edificado.
La imagen de la nueva estación proyectada me suscita, a bote pronto, dos imágenes: una enorme funda para móvil y una tumoración textil que fagocita y humilla la inteligente y bella arquitectura de la estación histórica, sujeta a cánones de una época en la que la arquitectura compaginaba, sin estragos ni egos patológicos, el sentido práctico y la armonía de formas.
Vanguardia no debería equivaler a impersonal, al margen de que el Bernabéu está en el paseo de la Castellana y la mole de la nueva estación de Valladolid aparece como un muérdago frío e invasor que parasita la fuerza patrimonial del edificio histórico.
La presentación del proyecto del ministro de Transportes nos retrotrae a aquellas imágenes del Nodo franquista. Propaganda. El Nodo del nodo ferroviario, con un Adif-esio que ejerce como mascota de una campaña que integra el exhibicionismo poligonero con la imposición soterrada de cánones y perspectivas amuralladas.
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