Instalaciones de Bimbo en Valladolid. Alberto Minguerza
Opinión

Momento donuts

Es la ocasión propicia para que los ciudadanos puntúen la gestión de sindicatos y administración ante esta crisis industrial y laboral y, por tanto, social

Domingo, 22 de septiembre 2024, 08:47

Sin menospreciar el efecto del (excesivo) azúcar en la salud humana, no cabe duda de que el bienestar social de Valladolid depende, como tantas otras ciudades, de su tejido industrial. Así que el anuncio de Bimbo del cierre de su centro de trabajo a orillas ... del Pisuerga es una mala noticia. Y no solo para sus trabajadores, que lo es, desde luego, sino para sus familias y para el músculo económico de la maltrecha meseta castellana. Trabajadores, sindicatos (ánimo, de vez en cuando no está mal compensar las horas 'liberadas'), políticos de diverso cuño, ideología y gustos gastronómicos e instituciones tienen ante sí una prueba de lo más interesante. Un sabroso 'momento donuts'.

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Habrá, cabe indicar de modo preliminar, quien se acerque a esta realidad con el único ánimo de compensar un bajón de glucemia en su autoestima, para sacar pecho (y meter barriga si hay foto para los medios). Y, también, y aquí brota lo interesante, quienes puedan mostrar, con esfuerzo, tiempo y hechos, si los puestos y cargos que ocupan, las responsabilidades que se les han encomendado desde diversos impulsos ciudadanos, realmente tienen un sentido práctico y efectivo para la ciudadanía, para la sociedad.

La política, ante todo ellos, los políticos, tienen un dulce encargo para mostrar capacidades, influencia y sagacidad. Incluso ese punto de rebeldía que no está reñida con la madurez. Qué resortes tocar, qué propuestas ofrecer, qué puertas abrir… Y, por qué no, que garras enseñar por debajo de la puerta.

Es cierto, y no es una cuestión baladí, que Castilla y León, y en su parte alícuota Valladolid, cuenta, frente a otros territorios de España, con el lastre de ser una región sometida al régimen de solidaridad del que otras comunidades, que sí gozan de los beneficios comunes, se sustraen mediante el dopaje que las beneficia bajo diferentes fórmulas, que van desde vetustos (y nada democráticos) privilegios forales hasta los más viles chantajes (como el caso del concierto o cupo catalán).

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Esa situación de indefensión en el anclaje económico y fiscal favorece la deslocalización de empresas y el desinterés de muchos sectores industriales a los que, entre otras cosas, les vienen de perlas las magníficas infraestructuras de comunicación y transporte que, curiosamente, ofrecen las regiones más díscolas, siempre dispuestas a sacar tajada cuando sus votos son necesarios.

Pese a todo, lo dicho, que es una ocasión propicia para que los ciudadanos puntúen la gestión de sindicatos y administración ante esta crisis industrial y laboral y, por tanto, social. No vaya a ser que tengamos que valorarlos como si estuviéramos pidiendo una cerveza sin alcohol.

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