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Aprovecho que aún refresca, e incluso cae algún que otro chaparrón torticero, para quemar viejos códigos legales en la chimenea de Quinta de Tierz. Procelosos ... textos procesales. Envejecidos de modo prematuro, en coetánea derogación de modos y trámites en el parto de Bolaños y su ley de eficiencia del Servicio Público de Justicia. Más allá de la obligatoria firma de Sánchez como colofón del texto normativo, el apartado II de su Preámbulo bien pudiera haberse extraído de uno de los sermones que el personal de su servicio de Moncloa escribe y deletrea al esposo de Begoña, la cuñada del músico apesebrado en tierras pacenses. Se puede leer algo así como que la justicia debe percibirse por el ciudadano como algo propio, cercano, eficaz, entendible… Y digo, yo, que quizá debería ser comprendido como algo justo. Que no equidistante.
Porque, vamos a ver, si al ciudadano se le opera en un hospital en un tiempo razonable, con las técnicas actuales, con un tratamiento acorde y proporcional a su patología, y el resultado es favorable, quizá sea eso más importante que si las palabras de los informes médicos, analíticas y pruebas radiológicas las entiende mejor o peor. Ya está el médico para explicárselas. Cada ciencia tiene su terminología, y no se trata de renunciar al conocimiento, ni a las capacidades de explicar y comprender. Digo yo. La incultura no debe imponer la abolición de la sabiduría. Aunque, claro, un analfabetismo socializado gozaría del certificado de calidad de igualdad. Y del visto bueno de los políticos más trileros.
La ley impone, además de paciencia en su lectura (que recomiendo como método de inducción al sueño, contando cuantas veces pone jueces y juezas, por ejemplo) mecanismos para intentar (casi forzar), acuerdos previos a la vía jurisdiccional. Y un complejo entramado de posibilidades sobre quién paga o no las costas judiciales. Un sutil escenario intimidatorio, que pretende forzar acuerdos, al margen de su encaje en una legitimidad de derechos y obligaciones. Vamos, que puedes tener la razón, acabar reconociéndola un Tribunal, y pese a todo salir perdiendo. (In)justicia sanchista 100%.
La norma tiene de calidad lo mismo que un karaoke cuando canta un amigo con un pedal descomunal. Y promete escenas conciliadoras y de mediación tan tiernas, lúbricas, apasionadas y desconcertantes que el programa 'First Dates' va a parecer la teletienda.
Ahora sí, la justicia es a la justicia sanchista como la música a la música militar. Tralarí. Y mientras tanto, me cuentan, han visto llegar a la presunción de inocencia sola y borracha a casa. De momento, no veo ninguna disposición adicional, transitoria, derogatoria ni pumpidatoria que imponga su exclusiva aplicación para los familiares de Sánchez, que esos sí se merecen la presunción. Y presumir, claro.
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