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El precio del proteccionismo mercantil bien puede explicarse, a grandes rasgos, como arancel. Una penalización en las transacciones en las que se compra algo que ... procede del exterior. Y ahí anda Trump enredando los mercados internacionales, trampeando a su antojo. Entre el populismo y el narcisismo, nada que nos resulte ajeno a los españoles, aunque aquí el actor sea más joven y de pelo oscuro. Excentricidades propias de la falta de auténticos criterios para gobernar, en explosiva combinación con la orfandad de valores y ética. Decisiones, las de Trump, en las que se evidencia, sin que intente disimular lo más mínimo, que la perspectiva única y exclusiva de lo económico resulta casi siempre excluyente en términos de humanismo.
La prensa internacional no está tan atenta a las decisiones del gobierno Sánchez como a los decretos que firma, ampulosamente, Trump, pues, claro, la influencia planetaria es bien diferente. Pero aquí, en lo doméstico, dado nuestro papel irrelevante en la economía mundial, la política de aranceles monetarios cede el paso a otro tipo de servidumbres e imposiciones que desvelan lo que la política (en su vertiente más ideológica) oculta, más allá de eslóganes panfletarios o soflamas sindicalistas para apaciguar a su grey, vivir conchabados con el sanchismo y apuntarse a la porra sobre cuándo se producirá la siguiente mariscada.
La subida del SMI, medida que a bote pronto parece irreprochable, y frente a la cual tan solo podrán oponerse efectos nocivos para la economía (el evidente aumento de los costes salariales y su repercusión de rebote en la inflación), ha traído debajo del brazo un efecto impositivo en el IRPF que se había ocultado, y por el que pudimos asistir a una riña vecinal en la sala de prensa de La Moncloa, con la profundidad intelectual de una discusión de rellano en un edificio okupado.
Es lo que tienen los gobiernos de izquierdas, máxime si contienen sustancias dopantes y conservantes de ideologías tumorizadas. Es el arancel que hay que pagar cuando se deja que gobierne tu vida el cobrador del frac, que pretende cobrarte un crédito que tu no debes, simplemente porque ha decidido cambiar su medio de transporte. Su Falcon son tus impuestos. Y tus aranceles.
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