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La reunión negociadora entre el PSOE y Unidas Podemos ante una eventual investidura se celebró ayer sin que desde el fracaso de julio se haya apreciado acercamiento alguno entre ambas formaciones. A las diferencias que se constatan entre las respectivas propuestas programáticas se le suma ... la insistencia de Iglesias en dotar al posible acuerdo de un gobierno de coalición, frente a la rotunda negativa de Sánchez. A falta de dieciocho días para que, en ausencia de un candidato a la presidencia, el Rey proceda a la disolución de las Cámaras, no hay indicio alguno de que el líder socialista pueda postularse a la investidura con garantías de salir elegido. El presidente en funciones y quienes han hablado en su nombre aseveran que Sánchez renunciará a un nuevo intento de investidura si no cuenta con los apoyos necesarios. Pero las distancias entre el PSOE y Unidas Podemos no solo hacen difícil su designación por el Congreso. Delatan además que una hipotética investidura en ningún caso garantizaría la estabilidad que predica el propio Sánchez, quien a estas alturas –después del fiasco de julio– no puede conformarse con salvar el trámite, sino que estaría obligado a presentar al país una mayoría parlamentaria coherente y duradera. Sánchez declaró ayer que «la solución está en un camino intermedio». Pero un acuerdo a modo de mínimo común denominador, a partir de los textos programáticos que se han intercambiado ambas formaciones, resultaría absolutamente inconsistente. El presidente del PNV ofreció ayer una interpretación certera de lo que ocurre: Sánchez e Iglesias coinciden en que es el otro quien ha de flexibilizar su postura. Resulta elocuente que los dos únicos interlocutores con los que el líder socialista se ha reunido hasta la fecha para conocer su posición, Ortuzar y Revilla, han extraído la conclusión de que nos encontramos más cerca de unas nuevas elecciones que de una investidura, cuando sus grupos en el Congreso votarían a favor de la misma. Pablo Iglesias dijo ayer esperar que los socialistas «no se levanten de la mesa» cuando el equipo negociador de Unidas Podemos plantee la necesidad de hablar de la estructura del gobierno resultante de un posible acuerdo. Los cambios introducidos en la delegación morada, con la incorporación de las distintas sensibilidades del grupo parlamentario, difícilmente servirán para que Iglesias acepte lo que rechazó en julio. Pero ambas partes deben a los ciudadanos la máxima transparencia en cuanto a sus intenciones y sus previsiones, sin que sometan a la opinión pública a un cruce de posturas cansino por inútil.
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