Desde el comienzo de la transición democrática los politólogos han venido echando de menos un partido de centro capaz de equilibrar entre los extremos ideológicos a la hora de formar gobiernos de coalición. La impresión general es que en el próximo futuro las mayorías absolutas ... no pasarán de ser situaciones excepcionales. El voto se reparte cada vez entre más partidos. En Europa, nuestro espejo, la mayor parte de los gobiernos son coaliciones y en algunos casos bastante disparatadas. Nadie opina que las soluciones sean la mejor salida. Pero es lo que hay. La proliferación de partidos suele complicar las cosas y obliga a acuerdos con pocas garantías de eficacia y continuidad. En una situación como la española, con dos partidos hegemónicos, el centro político es fundamental. Funcionó con buenas perspectivas estos años pasados, pero la mala cabeza de su líder lo hundió en cuestión de horas. Parecía un partido consolidado y despertó esperanzas. Tuvo oportunidad de incorporarse al Gobierno y demostró su necesidad cerrando acuerdos con gobiernos autonómicos. Ahora aquello se está desmoronando y los restos del partido luchan por sobrevivir con escasas perspectivas.

Publicidad

La desbandada de muchos conspicuos militantes y su escasa actividad cotidiana o parlamentaria y la insignificancia que conserva deja un vacío libre a la expansión de los extremos de derechas e izquierdas. Las perspectivas que se vislumbran están entre el PSOE con Podemos y el PP con Vox. Serán soluciones legítimas, pero poco recomendables. Ninguno de los dos grandes podrá hacer su política sin concesiones al socio radical.

El fracaso del centro no responde a la imagen que muestra la sociedad española. Las afiliaciones a los partidos son escasas y ante las elecciones se escucha con frecuencia que a muchos votantes las opciones y alternativas no satisfacen plenamente sus deseos. Quizás no sea el más numeroso, pero todo indica que el votante potencial de centro existe. El vacío como partido capaz de aglutinar a todas esas personas que no se identifican con la izquierda populista ni con la derecha extrema, existe. Está ahí esperando a que un líder consiga organizarlo. No sé si Arrimadas, heredera de la reciente experiencia, será capaz de restaurar los destrozos de la herencia que recibió. No parece fácil. Pero el campo está libre: existe un hueco político sin ocupar, hay seguidores potenciales y continúa existiendo la convicción de que es necesario como alternativa, equilibrada y flexible, para sustituir a las opciones que pueden acceder con su extremismo a un poder que la inmensa mayoría de los españoles aceptará pero no quiere sentir que impone sus pretensiones.

Este contenido es exclusivo para suscriptores

0,99€ primer mes

Publicidad