Cuando el Hércules de la naturaleza despierta el humano tiembla. Einstein dijo que Dios no juega a los dados con la naturaleza, pero ella es una empedernida jugadora con el humano, aunque Wittgenstein defiende que de lo que no se conoce es mejor no hablar. ... Hemos violentado el sueño del fauno de la naturaleza con nuestro abuso. Si el destino unívoco de humano y naturaleza es gastarse, morir, retrasemos cuanto nos sea dado dicho acontecimiento, pues aunque todo lo que existe merece perecer, que sea a su debido tiempo.
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La mancha original no es nacer, sino ser consciente de estar vivo, comprender que la vida es peligrosa y a plazo fijo. El error posterior es alejarse de la naturaleza, construir una naturaleza propia y a medida, acomodada a nuestras necesidades, más vana, menos sutil, más embrutecida y menos libre, más esclava de nuestros convencionalismos.
El humano es la censura de la naturaleza, este es un hecho irrefutable en la medida en que desligamos al humano como parte indisoluble de la naturaleza. Pero humano y naturaleza son lo mismo, y por tanto la censura es acaso doble: por un lado, el humano es una mancha natural, y del otro, la naturaleza es, en cierto modo, la mente descerebrada de la racional condición,
Hombre y naturaleza son las dos caras de una misma conciencia, quizá mejor expresado, cara y cruz de una única voluntad de supervivencia: la conciencia de vivir. Observo con atención el espectáculo de la vida que nos fagocita.
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