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Los lobos han tomado el camino viejo a Ventanilla y se desperezan entre los tractores, el confinamiento produce monstruos, los niños se rebelan ante los padres, los padres ponen en sordina el telediario y el mundo que conocíamos ha cambiado para siempre. ... Es en estos instantes oscuros cuando unos y otros dan lo que pueden: o la infamia o la humanidad. En las redes y casi que en tiempo real.
De repente han callado los memes y hay catastrofistas que se ponen estupendos; son los mismos que se han tirado toda la vida escribiéndole al reloj de la estación y el bicho, ay el bicho, los ha confirmado en el Apocalipsis. Llevan barbas y ojeras.
Pero de ellos, como del Gobierno de coalición, nada se esperaba. Dan la matraca con Camus, siempre Camus, quizá para congraciarse sus miserias en la tristeza social. Pero los cenizos tienen su momento y hay que quererlos a todos, criaturitas.
Pasó que los quioscos seguían abriendo, y nos hemos vuelto hedonistas aunque el vino, encerrados y en calzoncillos, sepa peor y los taninos y los calostros de la uva se nos peguen al alma en soledad. Ahora que todo es gaseoso e hidroalcohólico, o seguimos confiando en los placeres y en el hombre o todos, de arriba y abajo, podemos cerrar el pestillo y fundirnos a negro.
En los tejados hay un 8-M de cigüeñas que no quieren llegar a casa a ni solas ni borrachas, sino un tejadín para que los huevos se abran y la primavera se consagre. Los que tenéis balcones y veis a la cigüeñas pensad en mí, creed en Dios o en lo que sea. Yo tengo a mi perro, sin cacerolas pero con principios.
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