Hoy es uno de esos días en los que decenas de miles de pucelanos adultos cruzarán los dedos, musitarán una oración y mirarán el reloj una treintena de veces, como poco. La cosa no es para menos porque, a pesar de las dudas que ... muchos albergan, comienza el curso escolar en infantil y primaria, y los familiares de los alumnos se tientan la ropa esperando que la Autoridad sepa lo que hace y los riesgos que corremos todos. La decisión de abrir los centros educativos sin haber dominado la pandemia acojona, y más todavía si las noticias sobre la misma apenas dejan lugar a la esperanza. Así, mientras El Norte de ayer dedicaba espacio a la reanudación de la actividad escolar, recogía también la recomendación de las autoridades sanitarias de no ir de un barrio a otro porque toda la capital se encuentra en alerta roja. Una broma.
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Resulta difícil creer que la seguridad en las escuelas está garantizada con las medidas de prevención dictadas por la Junta, que casan mal con otras que también han salido de sus despachos. Por ejemplo, prohibir aforos de más de 25 personas en esa catedral que tiene el tamaño de un estadio, y no dejar claro cuántos críos acabarán juntándose en espacios infinitamente más pequeños. Me encantaría que mis temores estuvieran injustificados y estoy dispuesto a pedir disculpas por haber sido tan agorero y cenizo, pero me temo que pasaré las próximas semanas cruzando los dedos.
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