![Cencelladas](https://s1.ppllstatics.com/elnortedecastilla/www/multimedia/202001/18/media/cortadas/igna-kvhC-U901259700997SoC-624x385@El%20Norte.jpg)
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«El frío es nuestro», dice el poeta Fermín Herrero. Lo sabe bien porque Soria es una tierra que entumece las carnes y porque lleva el frío de las madrugadas, del que también hablaba Claudio Rodríguez, marcado en los huesos de su memoria. El ... frío es la marca de garantía de nuestra identidad. Otra consecuencia del frío son las cencelladas, esa lámina de escarcha que cubre las ramas desnudas de los árboles, los matojos, la hierba, y que da al paisaje una pátina siberiana. Uno va y viene por la provincia de Soria en un día de enero y se estremece, no por el frío, sino por la belleza de un paisaje que emborracha. También por el silencio hondo que nos remite a los primeros momentos de la creación. En las invernadas de enero, Soria es la hermosura hecha carne, una aproximación al paraíso sereno y helado.
En La Fuentona el agua del río Abión, recién nacido, parecía turquesa. Allí mismo, rodeados de sabinas, por encima de los farallones calcáreos, una colonia de buitres rompía el azul cobalto del cielo con sus vuelos circulares. Y nadie, nadie alrededor. Tampoco vimos a nadie en Abioncillo, aupado sobre un altozano, salvo al perro negro que seguía nuestros pasos por las calles empedradas. Si no hubiera sido por el perro y las dos furgonetillas aparcadas, hubiéramos sospechado que ya no vivía nadie en un pueblo, que con su arquitectura hermosea el paisaje del que procede. Piedra, barro y entramados de sabina. Cuánta pureza.
Atravesamos enteleridos El Burgo de Osma envueltos por una niebla densa, camino de Caracena. Allí nos recibieron de nuevo los cielos cobalto y otra colonia de buitres. Tampoco vimos a nadie, salvo a otro perro que custodiaba el atrio románico de San Pedro. Cuánta hermosura. De dos casas salían fumarolas de humo blanquecino, pero un silencio espeso y catártico nos envolvía. Y nadie, nadie alrededor.
Camino de Tiermes paramos a abrazar la carrasca de Valderromán. Imposible. Se necesita del concurso de cuatro personas para abarcarla. Pero la fuimos abrazando a trancos. Entre las excavaciones celtíberas de Tiermes solo la ermita románica se mantiene en pie. En Sotillos de Pedro nos dimos de bruces con las ruinas del abandono. La iglesia abierta de par en par, el púlpito desvencijado, los costillares de las casas al aire. Dos rebaños inmensos pastoreando en la inmensidad de la estepa. Y en el cielo puro otra colonia de buitres. Pero no vimos a nadie, como si estuviéramos en una tierra desierta tapizada de sabinas, brezos y carrascas. El aire, a media mañana, seguía soplando con un frío de afilados cuchillos, pese a que el sol había borrado el rastro de la cencellada. Soria fría, Soria pura, un gozo extremo que siempre nos estremece.
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