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Celaá, en el Congreso, durante el pleno en el que se aprobó la octava ley de educación de la democracia EFE

Ley Celaá: factoría de pollinos

La ministra de Educación es la muñidora del suspenso como herramienta de progreso social, según teorías de algunos pedagogos

Jesús Nieto Jurado

Valladolid

Domingo, 22 de noviembre 2020, 08:21

Lupo, mi perro, es autodidacta. Por eso es lacónico y gusta de leer prosistas de ideas. Su dueño, el arribafirmante, devoraba los libros que podía, se descargaba películas de Welles y Laughton y así se fue creando una culturilla que no le dieron las monjas ... de la LOGSE.

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Hasta el año 2000, aproximadamente, la Educación era, como siempre, un charco hecho para el abandono escolar y una polémica soterrada. Pero llegó el Internet y llegó Celaá, y nos vamos a ir teniendo que olvidar de la figura de profesor, de la enseñanza como arma cargada de futuro y saber que en ciertas partes de España se va a premiar al profesor talibán, que o lleva camiseta verde con lamparones y moño, o le cuelga un lazo amarillo elocuente.

Celaá tiene un palacete pero quiere que los niños yunteros de Peñafiel y de Ronda, de Sigüenza o de Cuacos de Yuste, estudien en barracones y con la ventana abierta. Celaá es la muñidora del suspenso como herramienta de progreso social, según teorías de algunos pedagogos que medio han leído a Paulo Freire entre caladas de costo.

Que luego el plagio sea constancial al cargo de presidente no importa, porque Celaá ha hecho su ley para lobotomizar a niños y niñas, que ya no juegan a la rayuela sino que reflexionan sobre género y sexo con el babero.

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A Lupo, a veces, le encargan talleres educativos de algo como de Naturaleza. A mí de Literatura rápida. Hemos intentado contribuir a la educación de nuestros jóvenes hasta que Celaá naturalizó el hacer novillos como parte fundamental del currículo de una enseñanza entre distópica y frustrante.

La ley Celaá es la factoría de burros futuros. Y de ahí no me bajo.

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