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De cegueras y recomposiciones
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«El único camino que tiene este 'nuevo' mundo surgido tras la guerra del coronavirus es el de recuperar la senda de la reducción de la pobreza mundial»Recomponer el mundo. Reconstruir eso que llaman Occidente y darle su verdadera dimensión política, ética y económica en el mundo, sobre las cenizas de la pandemia. Eso dicho así, en pocas palabras, es lo que ha venido a hacer Joe Biden a Europa, apoyándose en ... el Reino Unido y acercándose a los líderes de la Unión. Con el G-7, por primera vez reunido de manera presencial tras la pandemia, como telón de fondo para hablar de los bloques comerciales, las relaciones con China y Rusia (tan crecidas aprovechando el estupor de la pandemia), la recuperación del compromiso con el medio ambiente o la respuesta coordinada frente a la crisis económica. Un montón de cuestiones aplazadas por dos de las grandes enfermedades de nuestra era: el coronavirus y Donald Trump.
Con las vacunas en cuarto creciente y los contagios en cuarto menguante, hay prisa por detener los efectos económicos devastadores de la crisis sanitaria. Pero también por sentar las bases de la colaboración en un 'nuevo' bloque occidental, ya definitivamente formado por el equipo anglosajón (Estados Unidos y el Reino Unido) y el equipo europeo (todos los demás, hasta las fronteras de Rusia y de Turquía). Un diálogo de muchos en el que España no termina de encontrar el hueco que le corresponde. Al contrario, por ejemplo, de esa 'nueva' Italia de Draghi, que por lo menos tiene la virtud de representar los intereses del Occidente del sur, un territorio en estado de alarma ya no por la enfermedad, sino por ese nuevo repunte de la crisis migratoria. Marruecos declara Ceuta «ciudad ocupada» y Europa parece incapaz de dar una respuesta adecuada a la provocación.
El empuje de la pobreza desde el sur del sur parece más fuerte que todas las previsiones económicas del G-7 para el 2021 y el 2022. Y los 500 millones de vacunas que Biden ha comprado a Pfizer para distribuir por el mundo y ayudar a que se recupere no parecen suficientes para tapar el agujero negro en que economías como la africana o la hispanoamericana se han sumido a raíz de la epidemia mundial. Sin embargo, el único camino que tiene este 'nuevo' mundo surgido tras la guerra del coronavirus es el de recuperar la senda de la reducción de la pobreza mundial, emprendido tras la superación de la crisis del 2008 y antes de la llegada de la enfermedad. Cualquier otra cosa es imposible.
Cuesta trabajo creer lo ciegos y lo ajenos que estamos todavía en este país, sumido de pleno en guerrillas partidarias y territoriales intestinas, a esta nueva normalidad (ésta sí) que se está tejiendo hoy mismo, en junio de 2021, delante de nuestros ojos. Aquí parece que solo importa pensar en la retirada de nuevos esperpentos de nuestro panorama político, como el ínclito Echenique; en despropósitos como la anulación de todas las multas impuestas durante la pandemia (un insulto neto a quienes obedecieron la ley) o en la gran cuestión patria: si los futbolistas de la selección son o no son un bien nacional, susceptible de saltarse la cadena burocrática de la vacunación para que puedan jugar la Eurocopa en condiciones. «No me gustan mucho los ciegos, como a la mayoría de los sordos», que decía Buñuel.
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