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Estamos de enhorabuena. En menos de un año han salido a los escaparates dos libros sobre un río, acaso el más cartujo de la región, un afluente del Duero que atraviesa las provincias de Segovia y Valladolid. 'El Cega ciego' es un libro de viajes ... firmado por Apuleyo Soto, salpicado de romances floridos, descripciones bucólicas y encuentros con el paisanaje variado que vive en su cuenca. Ver y contarlo con amenidad, se podría decir.
El otro libro, 'El río Cega, Patrimonio Natural e Histórico', viene firmado por Javier Pascual, agente medioambiental, ahora en silla de ruedas, tras sufrir un accidente en la extinción de un incendio, y por Fermín de los Reyes, acreditado historiador. Ambos han rastreado, cada cual en el ámbito de sus competencias, tanto la flora y la fauna ligada al río como el patrimonio industrial de los ingenios que movían sus aguas, es decir, molinos, batanes, fábricas de luz o martinetes, además de las disposiciones, leyes y encomiendas a las que estaba afecto su cauce. Resulta sorprendente descubrir el afán industrioso de unas aguas que proporcionaron harina, electricidad, mantas compactadas o calderos a sucesivas generaciones. Buena parte de los edificios industriales han llegado hasta nosotros en estado de ruina, otros han sido restaurados como nuevas mansiones campestres, alguno han sido transformado en museo etnográfico; solo uno permanece activo produciendo electricidad. Los autores hablan además de manantiales, fincas singulares, presas, puentes y pueblos aledaños. El lector descubre la influencia decisiva del río en la vida de la gente. Lo sorprendente, al menos en el segundo de los libros, es que los dos autores hayan asociado sus fuerzas ante la amenaza de un pantano en la mitad del curso del río, como si quisieran dejar constancia de la vida que tuvo y de los descalabros que se nos podrían venir de llevarse adelante la amenaza. Un golpe de indignación les ha empujado a sus orillas para advertirnos de su riqueza pero también de su fragilidad. Una manera de acrecentar la sensibilidad de los ciudadanos que viven en su cuenca para evitar que los mercachifles del hormigón corrompan el paisaje y se apropien del agua que llena de vida sus orillas.
Acaso una parte del retroceso que sufre nuestra tierra venga de ahí, de la dejación, de nuestro atolondramiento, de nuestra incapacidad para plantar cara a proyectos megalómanos y disparatados que ladinamente nos tratan de vender como palancas de progreso. De ahí que estos dos libros, cada uno en su estilo, sean un dique de contención ante las amenazas futuras. La literatura y la historia también suman ahora sus fuerzas al cauce del río Cega que se ha convertido en un río más risueño y más bravo porque dos libros se han sumado a su caudal.
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