Ya sé que corro el riesgo de que alguno piense que en artículos como el de hoy me parezco al 'abuelo Cebolleta', el personaje creado por Vázquez para la editorial Bruguera. Pero me da igual: primero, porque soy más viejo que la tos, y segundo ... porque reportajes como este me despiertan mucha ternura. Es verdad que el coronavirus nos está obligando a hacer cosas que en circunstancias normales no haríamos ni de coña, como salir de casa embozados, convertir las manos en lija del ocho por culpa del gel hidroalcohólico, o tocar con el codo el botón del ascensor. Para los de mi generación, la anterior y las dos siguientes, lo novedoso es llevar mascarilla, pero lo de pasar frío es tan antiguo como el Puente Mayor.
Publicidad
Es una perrería que los chicos tengan que ir a clase con manta para los pies o que no puedan quitarse el forro polar durante la jornada lectiva. Pero hubo un tiempo en que, al menos en mi colegio, lo que más calor daba era currarse con otro en el patio o esperar a que repartieran por las aulas la leche americana que estaba hirviendo, o eso parecía. Dudo que nuestros tiernos infantes críen sabañones en la escuela, algo muy común en otra época. La gran diferencia es que muchos retoños actuales disfrutan de calefacción en casa, y los pobretones de entonces (como servidor) alimentábamos las odiosas cabrillas atizando un brasero que solo se prendía muy de tarde en tarde, y gracias.
Noticia Relacionada
0,99€ primer mes
¿Ya eres suscriptor? Inicia sesión
Te puede interesar
Publicidad
Utilizamos “cookies” propias y de terceros para elaborar información estadística y mostrarle publicidad, contenidos y servicios personalizados a través del análisis de su navegación.
Si continúa navegando acepta su uso. ¿Permites el uso de tus datos privados de navegación en este sitio web?. Más información y cambio de configuración.