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Es increíble lo complejos que pueden ser los problemas generados por la estupidez, tan básica ella. Nunca hay que subestimar a un estúpido, nos advirtió Cipolla. Cuánto más peligrosa y endemoniada es esa situación si está generada no por una de esas mentes privilegiadas, sino ... por varias. Aquí estamos, con unas elecciones recién celebradas, sin ver un camino claro ni haber solucionado ni uno solo de los problemas que nos aquejaban antes del día 13. Todos, excepto Vox, el único triunfador de estos comicios, darían un ojo de la cara por volver al pasado. Pero volver es imposible, que diría Heráclito.
Hume y Bertrand Russell. La negación de la causalidad, del Principio de causalidad. No, no se asusten, no vamos a hablar de filosofía. Es simplemente que, oyendo hablar a Mañueco y a Igea tras conocer los resultados electorales, tengo la sensación de que ambos son lectores de ambos filósofos y piensan que una cosa no es consecuencia de otra. Casi da la impresión de que pasaban por aquí, de que ellos no son responsables de nada. Igea, que nació para Vicepresidente, acusa a Mañueco de ser el gran culpable. ¿Cómo era aquel latinajo? Causa causae est causa causati. Y Mañueco, que quiso ser Ayuso, culpa a Igea de tener que haber convocado unas elecciones desatinadas.
En la campaña electoral hemos hablado de cerditos, de ovejitas, de perritos, de gatitos... Y hemos votado. No sería muy descabellado que dimitieran Mañueco, Igea, Tudanca, Pablo Fernández, ese gran estadista... Todos han fracasado. Quedan los de Vox y los cantonalistas del torrezno soriano, la UPL, los de Burgos, los de Zamora no se ganó en una hora... Alta política.
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