Se cuenta que los vecinos de las cataratas del Nilo se han acostumbrado a su estrépito y ya no lo oyen. Y que no percibimos la música de las esferas porque nuestros oídos están adormecidos por el hábito. Platón, que era un tocapelotas, reprendió a ... un niño porque jugaba a las nueces –como a las canicas- y el crío, que era un respondón, le dijo que por poca cosa le amonestaba. La costumbre, replicó Platón, no es poca cosa. Hace tiempo que estamos más que acostumbrados a los malos políticos... De la misma manera que las campanadas ya no despiertan al que vive al lado de la catedral, el comportamiento de esos próceres, por cotidiano, impide que nos llevemos, escandalizados, las manos a la cabeza. Nos hemos habituado a la ineficacia, al enfrentamiento, al burdo partidismo, al escándalo, a la falta de cooperación... Sin la costumbre que nos ensordece, pondríamos el grito en el cielo y hasta haríamos algo por evitarlo. ¿Cómo, ciudadanos normales, en un país normal, soportaríamos el espectáculo que nos ofrecen Almeida y la Moncloa? ¿No nos va en ello la salud y hasta la vida? Y lo de Torra. Y lo del rey. Y la Kitchen. Y Garzón, el ministro. Y la Sanidad manga por hombro. Y la moción de censura. Y todo, joder; y todo. Pero aquí estamos, como los egipcios ante las cataratas. La costumbre es cosa grave, tenía razón –por una vez- Platón. Ni siquiera tenemos la sensación de que abusan de nuestra paciencia. Ay, Catilina. El día que nos topemos con un político de verdad, no sé si sabremos reconocerlo.
0,99€ primer mes
¿Ya eres suscriptor? Inicia sesión
Te puede interesar
Publicidad
Utilizamos “cookies” propias y de terceros para elaborar información estadística y mostrarle publicidad, contenidos y servicios personalizados a través del análisis de su navegación.
Si continúa navegando acepta su uso. ¿Permites el uso de tus datos privados de navegación en este sitio web?. Más información y cambio de configuración.