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Casualidad es que un rayo, de entre miles, caiga donde no debe y provoque un incendio. O que arda un coche en mitad de un bosque.
Negligencia, y qué bien lo explica la Real Academia, es «falta de cuidado, aplicación y diligencia de una persona ... en lo que hace», especialmente, matiza, «en el cumplimiento de una obligación».
Casualidad es que el miércoles envíes una nota con membrete de la Junta alardeando de que ya tienes todo casi, casi preparadito para que empiece la campaña de incendios el 1 de julio y que esa tarde se desate el infierno.
Negligencia es que la Agencia Estatal de Meteorología y los científicos te alerten continuamente de los veranos prematuros, las tormentas y la sequía y que tú hayas decidido mantener el operativo como estaba previsto, muerto los nueve meses al año en los que hay que prevenir y desbrozar y cuidar y resucitado solo a partir del 1 de julio.
Casualidad es que un año se te quemen 22.000 hectáreas en Ávila y al siguiente desaparezca entre humo la Sierra de la Culebra, dos catástrofes en la misma comunidad.
Negligencia es que los errores cometidos el año anterior no te hayan servido para escuchar a quienes pisan bosque de verdad, sin chalecos del coronel Tapioca, y te advertían de que no se podía estar a estas alturas, y con estas condiciones climatológicas, con el 70% de la plantilla de 4.540 personas sin contratar.
Casualidad es que la desgracia se cebe con la provincia más olvidada y maltratada del país, Zamora.
Negligencia es mantener las mismas políticas y a quienes las promueven y confiar en que el año que viene, con un poco de suerte, no se repita la historia en Palencia, en Burgos o en Segovia. Que se repetirá.
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