El navegante Juan Sebastián Elcano.

Castilla dio la primera vuelta al mundo

«Resulta paradójico que los analfabetos tripulantes de las cinco naos lograsen un fruto cultural de grandes dimensiones»

juan pablo roda

Jueves, 16 de abril 2020, 07:01

Repasando la historia, encontramos momentos grandiosos, pasos ineludibles para la humanidad que han supuesto un avance no solo comercial y civilizador, también científico; y dos de estas rutas abiertas a la navegación marítima fueron sufragadas por la Corona de Castilla. Si el almirante Cristóbal Colón ... llegó a las Indias Occidentales descubriendo lo que posteriormente se llamó América, treinta años más tarde el portugués Fernando de Magallanes y el guipuzcoano Juan Sebastián Elcano confirmaron, dando la vuelta al mundo, que la tierra es redonda.

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Partieron con 237 marineros (aproximadamente) de Sanlúcar de Barrameda hacia el oeste el 27 de septiembre de 1519 (el 10 de agosto habían salido de Sevilla) para regresar tres años más tarde, con 18 tripulantes, al mismo puerto por el oriente, el 6 de septiembre de 1522. Una singladura diferente para llegar a las privilegiadas Islas de las Especierías (clavo, nuez moscada, canela) en la primera circunnavegación del mundo y verificando fehacientemente las dimensiones del globo terráqueo.

Por esas fechas, en la península ibérica y en el mundo ocurrían muchas cosas nada baladíes en el devenir de la historia, al menos de la que más nos compete, Castilla. Lo más relevante, y al mismo tiempo lo más trágico, es la revuelta comunera. ¿Qué supuso la derrota de la Junta Comunera el 23 de abril de 1521 en Villalar? Mucho y nada. Para unos, la ejecución sumarial de los cabecillas Bravo, Padilla y Maldonado fue la decadencia de Castilla y la sumisión al rey, el impostor Carlos I, con una dependencia económica ajena a Castilla, fundamentalmente en la exportación de lana al extranjero -de ahí que Burgos se alejara de las Comunidades-, en especial a los Países Bajos. Según otros, sin obviar la derrota, la economía resurgió hasta muy avanzado el siglo XVI.

Cierta es la complejidad del movimiento comunero que surgiendo en Toledo en mayo de 1520 se afianzó en la cuenca del Duero, siendo primordialmente una revuelta urbana, en la que industriales y artesanos buscaban la participación de las Cortes en el gobierno del reino, frente al autoritario poder real. Pero lo perdido en casa se ganaba dando la vuelta al mundo.

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Centrémonos en la primera circunnavegación del globo terráqueo. Tras firmar las Capitulaciones en Valladolid el 22 de marzo de 1518, Magallanes tenía licencia del rey Carlos I, a quien rinde pleito homenaje, para encontrar en nombre de la Corona de Castilla el paso hacia la Islas de las Especierías. En sus preparativos tuvo que superar más los obstáculos que le puso el embajador portugués Álvaro Da Costa

-acusándole de «renegado» y «traidor»- que las dificultades de «avituallamiento y tripulación arqueadas por la Casa de la Contratación. La suerte estaba echada y el camino iniciado con sus naos, navíos o carabelas: Trinidad, San Antonio, Concepción, Victoria y Santiago. Resulta paradójico que los analfabetos tripulantes de las cinco naos lograsen un fruto cultural de grandes dimensiones.

Pero esta odisea tenía su Ítaca en Sanlúcar y su relator, superviviente en la maltrecha Victoria, Antonio Lombardo -Pigafetta- y su primer viaje alrededor del mundo. Desafortunadamente, el original no se conserva. En el escrito manifiesta su admiración por Magallanes, mas no sucede lo mismo con El Cano, al que ni siquiera mienta. Leemos en los últimos apuntes el coraje de la tripulación, «esclava más del honor que de la propia vida» tenían que llegar a España sin importar los peligros.

Doblaron con dificultad el Cabo de Buena Esperanza y en dos meses sin descanso ni víveres divisaron las islas de Cabo Verde. Pero la hostilidad, la rivalidad por la conquista de los mares, con un reino más familiar que amigo, Portugal, les obligó a mentir para no ser apresados y conseguir víveres. En la parada de hatería se dieron cuenta de haber ganado un día, «supimos pronto que no era erróneo nuestro cálculo, habiendo navegado siempre al oeste». Por fin, tres años más tarde regresaban de oriente iniciando la aventura por occidente. La proeza estaba conseguida. La maltrecha nave Victoria entraba en la bahía de Sanlúcar con dieciocho tripulantes, enfermos cansados pero con el honor de haber sido los primeros en circunnavegar el mundo. Primus circumdedisti me.

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No puedo cerrar estas líneas sin apostar por la autoría castellana de la primera vuelta al mundo. Para que una idea, una aventura se realice es necesario que alguien se comprometa a sufragar con dinero dicha expedición, de cualquier índole, y fueron empresarios castellanos, más concretamente el burgalés Cristóbal de Haro, quien aportó de su hacienda una cantidad importante de maravedíes para lograr lo que posteriormente contribuiría a abrir un nuevo camino marítimo al otro lado de las Américas, el Estrecho de Magallanes, comunicando el océano Atlántico con el mar del Sur que vio Vasco de Gama y bautizado posteriormente, por su calma, océano Pacifico. A este dispendio civil se unaria el rey Carlos I, en aquel siglo con problemas de identidad en el Reino de Castilla. Trono que usurparía a su madre, legitima heredera, Juana I de Castilla.

(Un libro esclarecedor: 'Fuimos los primeros. Magallanes Elcano y la Vuelta al Mundo'. Ministerio de Defensa. Madrid, 2019)

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