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Al Sur de Castilla, España Suma
Intruso en El Norte ·
La Católica y el de Sos no son, a la distancia, ni buenos ni malos: fueron reyes e hijos de su tiempo.Secciones
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Intruso en El Norte ·
La Católica y el de Sos no son, a la distancia, ni buenos ni malos: fueron reyes e hijos de su tiempo.Mientras la Diada, mientras los del himno constitucional dándole a Torra 'do más pecado hubiere', mientras los de las cursiladas florales y los 'indepes' del 11-S, yo me fui a Granada a ver a Isabel y a Fernando, viejos amigos de la infancia heráldica ... que fue la más mía. La Católica y el de Sos no son, a la distancia, ni buenos ni malos: fueron reyes e hijos de su tiempo. Por mucho que les duela a los que niegan que nos han echado un conjuro –de bemoles– con lo de la Leyenda Negra. Y hay quien cobra de decir que somos malos y 'torquemadas'.
En la Capilla Real de Granada, Castilla, madre, se toma un respiro al aire frío de la Sierra. Granada es Castilla hecha Vega, aunque las teterías posmodernas le quieran poner a la ciudad la cosa oriental a la ciudad que mejor resume en sí mucha España, muchas Españas, e Isabel y Fernando en las paradas del autobús y en los escudos. El Darro y el Genil no tienen la fuerza ni el horizonte del Pisuerga, pero suben niebla algunos días, como ahora que los picachos del Veleta se van blanqueando a la par que sus hermanos leoneses.
La zambra granadina, por irnos a lo musical, tiene esa nostalgia morisca, pues que el granadino puede ser seco, austero, generoso y silente. De Santander hasta Melilla, todo es tierra de Castilla. Y en Granada lucen blasones con el castillo tan nuestro que olvidamos en el páramo y en los días grandes. Hay un poeta escondido, «no me encontraron», y una estatua de ella misma, de la Católica, a la que nadie va a ponerle flores un 12 de octubre.
Todas estas nostalgias imperiales venían mientras yo me moría en Twitter, mientras Puente purgaba a Igea de los seguidores en la red del pajarito, mientras España estaba en funciones y la izquierda implosionaba..., mientras todo eso, ay, yo estaba en la Capilla de los Reyes Católicos por los que podemos leer a Borges y cantar tango, y entender a Messi y volver a Comala. Pensaba en que, a su tiempo y entender, este matrimonio –los RRCC– viene estando olvidado en los libros de texto, y hay quien en Madrid entiende Fernando el Católico como una calle de vinaterías baratas y guapas rubias de Argüelles. Para pensar España, que es lo que hago en días alternativos, hay que venirse a Granada, tan sobria.
Ciudad de mis primeras nieves fuertes, de los amores universitarios, del poeta que lo impregna todo. Así es Granada. He entrado en un 'carmen' abierto que quizá visitaran Falla y Lorca, y había jazmines a los que en menos de un mes les llegará la primera helada. En la ciudad del sueño infinito, en la Castilla más mora y suspirada, en el Sur, yo he vuelto a emocionarme de un gran país que no merece estar en funciones ni un minuto más. He vuelto de verano con cierta solemnidad. Se me irá pasando con el otoñazo que se nos viene encima. Isabel y Fernando no se me han pronunciado; leyes del pudridero. Hay ciudades donde España suma. Del Genil a la Esgueva, seríamos invencibles.
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