Como apenas creo en las conspiraciones no escucho a los que dicen que la Tierra es plana o que el coronavirus ha sido una maniobra de los chinos para vender mascarillas: al fin y al cabo, gracias a los satélites nuestro planeta parece ... redondito y azulón, y pandemias desoladoras han existido desde siempre. Pero conozco gente que cree en sofisticados complots para hacernos infelices o para quedarse con nuestro dinero, olvidando que hay gobernantes que se dedican a lo primero sin ser conscientes del daño que provoca su ineptitud, y entidades financieras que practican lo segundo desde la más estricta legalidad. Por eso me dolió que la consejera de Sanidad tuviera que negar rotundamente que, en contra de lo que dicen algunos iluminados, el confinamiento que nos hemos tragado, primero a nivel nacional y luego en la región, fuera un «castigo» de la Junta. Entendí que la señora Casado se defendiera porque un amiguete, licenciado en una universidad de la zona y dedicado nada menos que a la enseñanza, sostiene a estas alturas que el aislamiento forzoso de su aldea fue por envidia y no por razones sanitarias. Pero mientras él endiñaba todos los males al Gobierno hablando sin mascarilla y sujetándome de un brazo, no tuve coraje para recordarle que muchas veces somos todos responsables de la propagación de esta colosal desgracia. Y lo que es peor: olvidé preguntarle si era un conspirador o un idiota.
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