Detalle de las pinturas halladas en el convento de Santa Clara en Salamanca. Jesús Formigo-Ical
Óxidos y vallisoletanías

Castellanos en Londres

«El 'Times' hablando de la importancia para la historia del Reino Unido de un hallazgo en Santa Clara y nosotros sin ser capaces de explicar las huellas castellanas en Inglaterra ni a nuestros hijos»

José F. Peláez

Valladolid

Domingo, 13 de agosto 2023, 00:09

Me encontraba haciendo tiempo en un pub llamado 'The Argyll Arms' rodeado de ingleses pijos que vestían como Harvey Specter en 'Suits' y que, posiblemente salían de mover millones de libras en fondos de inversión para una 'Big Four'. Se tomaban cervezas como si nada, ' ... para desconectar', que, la verdad, a mí siempre me ha llamado la atención esa manera de desconectar porque, desde luego, si fuera yo y me tocara decidir el precio de las materias primas en la Bolsa de Chicago o comprar derechos sobre los futuros del níquel en el sudeste asiático no me tomaría unas cervezas 'para desconectar'. Yo me iría a rezar a los pies del Nazareno para pedirle que, por favor, esta vez no me dejara cagarla. Porque no sería una cagada cualquiera, de las de sábado a las dos de la mañana. Que va, esa es una cagada de martes a las cuatro de la tarde, que son mucho peores porque no suelen tener implicaciones en la bragueta sino el bolsillo. Y no en el tuyo sino en el de ahorradores desconocidos y seguramente también de inversores mafiosillos, así que, 'para desconectar', yo lo que haría sería hacerme un ovillo, ponerme en decúbito supino, meterme debajo de la cama en posición fetal y preguntarme una vez y otra quién narices me mandaría a mí salir de casa de mi madre. Y a llorar hasta el lunes.

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Pero en Londres no hay Nazareno, claro. Ni siquiera hay apenas iglesias católicas y en la única que me encontré –Santa Mónica, Hoxton Square–, se enteraron de que era español y me trataron como si fuera una especie de inspector de la Guía Michelin del catolicismo, un miembro fundador de la religión, un profeta. Pero esa es otra historia, así que a lo que vamos, que el ambiente en el pub era festivo, pero no demasiado. Porque no saben. Todo lo sienten a medio gas, como si fueran siempre en tercera. Me recordaba a aquella escena de 'Downton Abbey' en la que, en medio de un funeral, alguien hacía una mueca parecida a un lamento e inmediatamente es reprendido por la abuela recordándole que eso jamás, que esos son numeritos de italianas. La cosa es que, a su modo, se divertían. Bebían, gritaban y la música –The Verve, Suede, Pulp– acompañaba.

En medio de aquella escena que nace como tensión laboral y suele morir como la tensión sexual, llena de hombres y mujeres estresadas bebiendo para olvidar su iconoclastia, yo tomaba una pinta de Guinness sin alcohol –existen– y leía 'The Times' como un auténtico pringado. Había ya investigado un poco y concluido que las armas del tal Argyll hacían referencia a John Campbell y en medio de este ambiente de sobriedad y solemnidad enciclopédica, me encuentro en el periódico con un editorial y una noticia desarrollada en el interior en el que se daba la máxima notoriedad al hecho de que se haya encontrado en el Convento de Santa Clara de Salamanca unas pinturas en las que aparecen unos cuervos con el pico rojo.

No pasaría nada si no fuera porque ese es el emblema de Tomás Beckett, que fue asesinado en la Catedral de Canterbury tras entrar en conflicto con Enrique II por la defensa de los intereses de la Iglesia católica inglesa. Dice la leyenda que un cuervo se acercó para morder su cadáver y tiñó así su pico de rojo con la sangre del propio Beckett. Eso fue en 1170, pero Santa Clara es de 1238 y la ex plicación es clara: Enrique II se arrepintió tanto que, como penitencia, alentó el culto a Tomás Beckett, hasta el punto que acabó por ser canonizado. Encargó a su descendencia que siguieran propagando ese culto. Pues bien, su nieta es Berenguela de Castilla, madre de Fernando III el Santo. Ambos coronados en Valladolid.

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La madre de Berenguela fue Leonor de Plantagenet, la hermana de Ricardo Corazón de León y Juan Sin Tierra, casada con Alfonso VIII de Castilla y fundadora del Monasterio de la Huelgas, en Burgos. Y la hija de Fernando otra Leonor, que estuvo en las Cruzadas, que succionó el veneno de una víbora que mordió a su esposo y que dio a luz al heredero en medio de la conquista de Gales, en el castillo de Caernarfon. Vamos, una castellana de los pies a la cabeza y totalmente acostumbrada a una reconquista que ya duraba seis siglos y a la que le quedaban aún dos. Una estatua la recuerda en Charing Cross, el kilómetro cero de Londres, donde los castellanos deberíamos ir en procesión pero no lo hacemos porque nadie sabe nada de esto, a nadie se lo han enseñado en el colegio y prefieren dar la espalda a la Cruz de Leonor, sin saberlo, cada vez que miran al otro lado para ver la estatua del enemigo, de Nelson, en Trafalgar Square, con un vaso de Starbucks en una mano y el Instagram en la otra. 

Leonor fue bella, inteligente y culta. Financió la producción de manuscritosde historia inglesa y fue mecenas de las universidades de Oxford y Cambridge. No en vano, los cronistas de la época reflejan el intercambio de libros con su hermano, Alfonso X El Sabio. Vamos, que tuvo que ser una castellana educada en Pucela la que llevara un poco de conocimiento, clase y altura intelectual al Londres de los Plantagenet. Exactamente lo mismo que, posteriormente le tocaría hacer a otra infanta castellana, Catalina, educada en Valladolid, que tuvo que llevar elegancia y alcurnia al Londres de los Tudor. Reinó y a través de su hija, la reina María, inoculó la elegancia castellana a la corona inglesa. Terminó –claro– casándose con otro pucelano, Felipe II. Todo queda en casa.

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Y todo esto parece apuntalar, por lo tanto, la teoría de que esos cuervos con el pico rojo junto a un castillo, son la firma de Berenguela: un castillo por la dinastía de su padre, el cuervo por la de su madre. En Inglaterra dan al hecho la máxima relevancia, supongo que aun sienten la culpa porque Enrique VIII se cargara el santuario en honor de Becket en Canterbury y reutilizara toda la ofrenda votiva y la platería para sus cosas, entre las cuales estaba, cómo no, destrozar la vida a nuestra Catalina.

Qué cosas. Londres e Inglaterra llena de referencias a nuestra tierra y nosotros sin enterarnos. El Times hablando de la importancia para la historia del Reino Unido de un hallazgo en Santa Clara y nosotros sin ser capaces de explicar las huellas castellanas en Inglaterra ni a nuestros hijos mientras seguimos ensimismados en nuestras miserias domésticas y miramos a Waterloo a ver qué hace un demente con flequillo.

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Siento cómo me entra la mala leche así que resoplo, miro a ambos lados y me pido otra de esas Guinness. A ver si desconecto.

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