La decisión de Pablo Casado de que el PP abandone su sede en la calle Génova de Madrid porque su reforma «está siendo investigada en los tribunales» pretende ser el gesto definitivo para liberarse del pasado de su partido. Pero aunque sus máximos responsables traten ... de convencerse a sí mismos y de convencer a los demás de que «las hipotecas en política no son hereditarias», lo son y mucho. El líder popular no puede vindicarse continuador de una trayectoria política de millones de votos y años de poder mientras se desentiende del rastro de corrupción acumulado en ese periodo por un cúmulo de acciones inconfesables e inacciones de difícil justificación. La mudanza anunciada y la creación de un departamento de transparencia para prevenir irregularidades demuestran que es consciente de que le costará blanquear unas siglas a las que no quiere ni puede renunciar.
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La marcha de Génova responde a la advertencia de las autonómicas catalanas. Pero la dirección del PP persiste en el error de atribuir ese fracaso a la Fiscalía porque trascendiera una carta de Luis Bárcenas, al CIS, los medios de comunicación públicos y la abstención. Aun considerando la incidencia de esos factores, su sola mención describe la debilidad en que se encuentra el partido. Hay imponderables que inciden en la evolución electoral de una formación política sin que ésta pueda evitarlos. Pero el PP debería hacerse cargo de aquello que depende de sus propias decisiones.
La celebración de una convención nacional en otoño, «abriendo puertas y brazos», no puede hacer olvidar que Casado ha constreñido la organicidad del PP a sus propios deseos, sin que las personas apartadas fuesen más responsables que él del pasado enjuiciado. El jefe de la oposición se reafirmó este martes en el discurso con el que se enfrentó a la moción de censura de Vox en octubre de 2020. Pero ese discurso no ha tenido una continuidad activa y persisten las dudas sobre si el PP será capaz de retomarlo tras el 14-F. De si será capaz de consolidar día a día un proyecto de centro-derecha sin concesiones ni complejos frente el extremismo populista.
Casado tampoco sabe qué hacer con Ciudadanos: si someterlo a una OPA latente o procurar una política compartida, de oposición pero también de consenso, en relación al Gobierno. Millones de personas pueden estar de acuerdo en que «el PP es la única alternativa posible a la España de Pedro Sánchez». Pero, visto lo visto, muy largo lo fía su presidente.
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