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Para varias generaciones, la Seguridad Social forma parte de sus vidas porque se ocupa de asuntos tan cruciales como las bajas por enfermedad, la jubilación, las prestaciones a viudas y huérfanos, subsidios y otras competencias así de gordas. Aunque no seamos conscientes, su existencia nos ... permite tener la certeza de que no estamos solos frente a muchas adversidades, y si alguna vez renegamos consultando lo que nos descuentan todos los meses en la nómina, acabamos olvidándolo porque es más el provecho final que el descalabro puntual.
Recordando mis inicios en el mundo laboral recién cumplidos los catorce años, lo primero que me preguntaron mis padres al entrar en casa no tuvo nada que ver con la dureza del trabajo, el jerol del encargado o el tiempo que tardaba en recorrer con la bicicleta los cinco o seis kilómetros de distancia. De mi estreno como currito, lo único que parecía interesarles era si me habían dado 'la Cartilla', o lo que es lo mismo: la libreta de la Seguridad Social en la que figuraba el número que sigo manteniendo actualmente, y gracias a la cual teníamos médico de cabecera, subsidio de desempleo y, medio siglo después, derecho a cobrar una pensión, que siguen pagando a final de mes.
Puede que sea un romántico que chochea, pero conservo todavía aquella viejísima cartilla por la que me preguntaron mis padres el primer día de curro: ¿ya la tienes? Sí: hasta hoy.
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