Aspecto que presenta la calle Santiago de Valladolid tras el encendido de las luces de Navidad. Ramón Gómez

Cartas

«A ver quién se arriesga a decir eso de felices pascuas con el bozal puesto y el gel hidroalcohólico en el bolso»

Paco Cantalapiedra

Valladolid

Domingo, 15 de noviembre 2020, 15:00

Todo hace pensar que las próximas fiestas navideñas no van a parecerse en nada a las anteriores. Servidor calcula que estarán tan alejadas de cualquier jolgorio como las ferias de septiembre, las noches de verano, los botellones de fin de curso o la Semana ... Santa, que incluso siendo triste tiene hasta su Domingo de Resurrección que ahora no veo por ninguna parte. Una Navidad sin cotillones ni cenas fuera de casa, sin besos ni abrazos, evitando turrones y mazapanes para no añadir a la báscula otro par de kilos, dibuja un panorama de lo más aburrido. A ver quién se arriesga a decir eso de felices pascuas con el bozal puesto y el gel hidroalcohólico en el bolso.

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Pero hay una actividad navideña que ni el coronavirus ni la madre que lo parió va a eliminar de mis costumbres: escribir cartas a Papá Noel y a los Magos de Oriente. Al primero voy a encargarle dos cartones de remdesivir, el medicamento que curó a Donald Trump; y a los otros esa vacuna que al parecer inmuniza a quien la toma fresquita (a setenta grados bajo cero) porque con el calor pierde eficacia. Según he leído, el primer potingue cuesta alrededor de 350 euros, una minucia para Santa Claus o para quien reciba mi carta. Sin embargo, y aprovechando que la vacuna será gratis le pediré a Baltasar que me deje dos en el balcón, porque tengo tantas ganas de acabar con esto que soy capaz de ponérmelas el mismo día y una encima de otra.

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