La tía Carmen

La úlcera ha surgido con la llamada Base Mixta, una instalación militar arraigada y de enorme peso en el exiguo empleo de la vieja ciudad. Su futuro era integrarse en una gran base logística a la que aspiraba y que finalmente se ubicará en Córdoba. Segovia se quedará así sin la gran tarta e incluso le arrebatarán el pequeño trozo que poseía; ni pastel, ni lo que sobra en el cuchillo al partirlo. La herida es dolorosa, agravada por la forma de producirse, gracias a los oficios de la vicepresidenta Carmen Calvo, cordobesa, y que presume del triunfo «para su tierra». Su desahogo al decirlo echa aún más vinagre en la llaga.

Todos tenemos o hemos tenido una tía Carmen que, como la mía, aseguraba que no era su obligación querer y tratar a todos los sobrinos por igual; a los hijos, vale, pero con los sobrinos, libertad absoluta, sin legítima de cariño. Conmigo lo cumplió, ahora que no me oye y lee la parentela. Y esta tía Carmen, dueña y señora del feminismo, también ha discriminado de manera positiva a sus sobrinos cordobeses, que con esos de Segovia o de Jaén o Toledo, que optaban al centro, mi deber y mi dolor es menos.

Que los criterios de paro o despoblación son una filfa al lado del paisanaje, baremo que más puntúa. Porque quien cuenta con una tía Carmen en el Gobierno se bautiza y si no, moro, pero del Califato de Córdoba, que allí les van a ungir con empleos y empadronados. Mientras, en Segovia, como siempre, no hay tu tía.