![De Carlotas, calores y Barcelonas](https://s2.ppllstatics.com/elnortedecastilla/www/multimedia/201907/09/media/cortadas/tribuna-karD-U80710997336YDI-624x385@El%20Norte.jpg)
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Este calor ataca a las meninges, deja el campo pálido, deprime a mi perro Lupo, arrasa las amapolas y deja en el llano un olor a amarillo. Morir en el solsticio es un contradiós de la Meteorología, que es una ciencia que nunca acierta del ... todo esa helada que acaba de hundirnos. on el calor así, de pronto, el paisano anda con una tristeza de siglos. Algo que duele más si la fuente de la plaza ya no mana agua y si el balcón, en la misma plaza, está cerrado en esa droga democrática que es la siesta.
Quizá haya ahora a la noche un viento salvífico, pero queda una eternidad de chicharra, un reloj derretido y la taberna de Nazario que aún no quiere poner el aire. El verano lejos del mar nos condena a mediodía vegetativo. Llama a una tristeza de invierno. Y si cae una tormenta repentina, repentina, lo hace para dejar un olor primero a detritus, que así imagino yo que olerá Saigón cuando los chaparrones puntuales del monzón. El calor no solo llena telediarios, sino que nos deja una tristeza sostenida.
El verano nos da el envés de nosotros mismos. Un chorro de fuego, un bufido del Infierno y mueren los paisanos en las calles y arde Gredos. Hay un olor vegetal a amarillo en los campos ya gastados y, lo peor, es que ese calor y ese amarillo van en correlación directa con lo que pasa y hasta lo que no pasa y que vamos contando en este dietario. Este intruso a la sombrita que les escribe tiene la prescripción médica de evitar la solanera. Salvo extrema necesidad soy animal nocturno, el sol me sangra y me deja una sensación muy vívida de mareo, de idea que no fluye, de lentitud vital y de una tristeza. Habrá regiones donde el sol sea una bendición en julio, pero este pasar el solsticio entre las ascuas acaba por desarmar al más bragado. Hagan la prueba, dejen el periódico al sol y notarán que las páginas parecen entrar en una combustión literal.
Brañosera
Idas las nieblas, aquí vamos asumiendo la condición de reptil en las peores horas. Quisiera ahora uno un par de días libres y subir a Brañosera, a prestigiar el jersey y a sentir ese escalofrío sano y curador del aire cuando empieza a refrescarse por el bosque hacia abajo. Pero en lugar de la Montaña Palentina está la terraza de Nacho Alcalá, marino en seco, decorada de símbolos marineros para recordarnos que a 727 metros también somos un puerto donde coinciden las vueltas al mundo y las rosas de los vientos. Nacho Alcalá disfruta 60 días la terraza para la que tuvo que prescindir de una cocina; 60 días y algo en Pascua si la Pascua sale Florida y le da por sentarse al relente del Jueves Santo, con la luna llena en Getsemaní y sobre el llano.
Unos días de permiso me devuelven a Barcelona, a deambular entre el gótico reciclado por hacer algo. Evidentemente el suelo está amarillo, hay banderas bajadas y senyeras bajadas, para demostrar que la tieta era independiente antes de que Companys bebiera de la primera teta. Hacía décadas que no volvía a Barcelona, y yo, niño de alcor nacido quizá al nivel del mar, extraño el agua en Barcelona. Por eso me zambullo en la Barceloneta de madrugada, me va secando el mistral -o el gergal- y busco la Barcelona más canalla. Antes Sostres le ha invitado a cenar y hablamos de hedonismo y de papel impreso.
El día después me levanto en un hostal/barracón rayando con la Casa Batlló y subo a las alturas del Carmelo como un homenaje a Juan Marsé y a un mundo que fue y que quizá no ha dejado de ser lo tanto. Allí hay lazos amarillos, sí, pero desmentidos por el morado republicano que le ponen los viejos de ese barrio que hablan andaluz, que tuvieron agilidad de gato montés y que tanto fascinaron a Gil de Biedma.
Pregonero
En este verano que empieza, que es todavía un verde archipiélago- volvemos a Marsé-, recibo una cariñosa carta del HAY Festival que me invita a lanzar al viento segoviano una proclama en la plaza de San Martín. No sé si coincidir con Carlota Casiraghi, pero de ilusiones vive el intruso. La última vez que pregoné algo con un público agradecido fue en la Facultad de Derecho de León, o en un bar. Hablar en público es mezclar lo académico con el cachondeo y que después te feliciten las señoras.
Más. Pasan más cosas. No puedo subir Abantos por el calor, el wifi se me ha quemado y se me va quedando España sin mitos. Julio es una teoría de alegrías por venir y facturas por pagar. Alberto Martín - Aragón me manda un ensayo, poesía, cosa encuadernada y lírica que se titula «Los cobardes no saben beber despacio». Me acuerdo de la pertinaz sequía y, disculpen la metáfora gruesa, me descojono.
Bienvenidos a julio a y la sombrita. Estudio 'Teoría Económica' a la sombra y me aburro. Perdón.
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