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Susto o muerte
El avisador

Susto o muerte

«Parece que lo del precio de los alquileres no es cosa solo de nuestros días. Ni tampoco el duelo entre satíricos, como el jueves dejaron de manifiesto la ministra de Vivienda y rentista de baja intensidad Isabel Rodríguez»

Carlos Aganzo

Valladolid

Sábado, 26 de octubre 2024, 08:36

Sabemos que cuando Góngora llegó a Madrid siguiendo a la Corte, que se acababa de trasladar desde Valladolid, se instaló en la calle del Niño. En una casa, dejó escrito, «que en el tamaño es dedal y, en el precio, plata». Sabemos también que, pasado ... un tiempo, el mentado Quevedo, sabedor de que don Luis había dilapidado la mayor parte de su fortuna entre los juegos de azar y la plata de las sucesivas semanas de alquiler, aprovechó los primeros impagos de su rival para pedirle al casero que le pusiera los muebles en la calle, ofreciéndose él a pagar una renta algo superior. Y así ocurrió. Las crónicas no son precisas sobre cuánto tiempo ocupó Quevedo la casa de Góngora (hay quien dice que no lo hizo nunca), pero queda el poema en el que éste habla del «tufo tan vil de Soledades» que quedó en la vivienda «que para perfumarla / y desengongorarla / de vapores tan crasos, / quemó como pastillas Garcilasos». Después del trance, Góngora se volvió a su Córdoba natal, donde los precios de la vivienda eran más llevaderos. Y con el paso del tiempo la del Niño se ha acabado llamando calle de Quevedo.

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