![Río revuelto o nuevas elecciones](https://s2.ppllstatics.com/elnortedecastilla/www/multimedia/2023/09/22/1471675248-kPXF-U210230064020j0B-1200x840@El%20Norte.jpg)
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Ya tenemos a la vuelta de la esquina el día de la no investidura de Núñez Feijóo. Y sin embargo, al candidato parece preocuparle menos cómo conseguir ser presidente del Gobierno que cómo poder evitar que llegue a serlo Pedro Sánchez. Una labor, por ... cierto, en la que no está solo. La apuesta del socialista por la amnistía como solución al desbloqueo de su propia investidura ha tocado la sensibilidad de medio país. En voz baja, por estar ellos mismos permanentemente en funciones (lo mismo que el Gobierno), los jueces ya han dicho lo que tenían que decir: que existen mecanismos legales para que los altos tribunales del Estado puedan llegar a corregir una posible decisión de Sánchez contraria a la ley. Y en voz no tan baja, por ejemplo, también se han manifestado contrarios la mayor parte de los padres socialistas, con Felipe González y Alfonso Guerra a la cabeza. Esos que el PSOE oficial acusa ahora de ser esclavos de los poderes económicos, después de que Guerra se deslizara con palabras como «disidente» o «desleal» hacia su todavía compañero de partido.
Sensu contrario, la misma aversión que a unos les causa la palabra amnistía, a otros parece que les genera entusiasmo. Con su eterna moral de circunstancias, los independentistas catalanes centran ahora toda su artillería en la amnistía como solución a lo que ellos llaman «conflicto» con España, imitando la terminología de los peores tiempos de la banda terrorista ETA. Mientras que los independentistas vascos, aprovechando el mar revuelto, afirman por boca de Sortu (el meollo ideológico de Bildu) que la amnistía ha de ser el primer gran paso de su movimiento hacia la proclamación de la república vasca. En la lista de los entusiastas no faltan, por cierto, los okupas de Madrid, que se suman a la movida alentados por la nostalgia de las viejas algaradas contra Franco, aquellas en las que se gritaba por las calles «Amnistía, libertad». Como si se pudiera comparar una cosa con la otra…
Y mientras estas cosas suceden en la calle, o ante los micrófonos de los periodistas, lo que está por venir, y lo que resultará verdaderamente doloroso, será lo que suceda en el Parlamento, tanto en los días de la no investidura como en los posteriores. Ese parlamento que Núñez Feijóo califica de karaoke, y que algún otro miembro de su partido ha llamado Torre de Babel. No solo por la cosa de las lenguas, que en tantas dificultades han puesto y siguen poniendo al ser humano a lo largo de la historia, sino por el propio concepto de la falta absoluta de consenso entre las partes. Nada dice el Génesis, por cierto, de si la Torre de Babel se destruyó, después de su abandono por culpa de la incomunicación de los hombres. Aunque sí hay otras fuentes, como Flavio Josefo o los famosos 'Oráculos sibilinos', que afirman que la torre desapareció por medio de un soplido airado de Dios, cansado de la pejiguera humana. Habría que tenerlo en cuenta.
Al final, en medio de tanto guirigay, de tantas palabras ociosas (y odiosas), de tantos intereses espurios y tantos sinsentidos, lo único que de verdad parece claro es que tanto la salida a la no investidura de Feijóo como a la posible no investidura de Sánchez, nos llevan a un mismo escenario: nuevas elecciones generales. Haciendo patria para promoverlas, el CIS ya ha dicho que en caso de celebrarse ahora, las urnas darían el triunfo a los socialistas. Con todavía peores resultados para los chicos de Esquerra y de Junts. Una vez más el oráculo de Delfos haciéndole el caldo gordo a Júpiter, que no se marcha por más que cada día sume nuevos dioses del Olimpo hostiles a su causa. Rayo que no cesa o pesadilla que nos lleva hacia un nuevo día de la marmota electoral.
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