La vicepresidenta segunda y ministra de Trabajo, Yolanda Díaz. EP
El avisador

Las cosas del querer

«Lo que pueden dar de sí, a la hora del desgobierno, los siete diputados del 'botifler' Puigdemont y los cinco de las ex amigas de la vicepresidenta. Lo primero de lo mucho que vamos a ver todavía este año circense y electoral»

Carlos Aganzo

Valladolid

Sábado, 13 de enero 2024, 00:23

Sube enero la cuesta, con los hospitales y las funerarias colapsados por el cóctel de gripes, que dicen que toca techo. Y el Parlamento vuelve a su tarea. No para proponer y debatir leyes, como debería ser su función, sino para tratar de encajar, como ... puede, los efectos de los nuevos decretazos. Y de los amores y desamores en el seno de cóctel gubernamental. Esa práctica legislativa excepcional, que la excepcionalidad de nuestra vida política ha convertido en ordinaria. Casi en vulgar. Y que hace de Pedro Sánchez el campeón absoluto del decreto ley desde que existe titularmente la democracia española.

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En las sumas y restas de los votos de los diputados, necesarios para que tales decretos se incorporen a nuestro ordenamiento jurídico, esta semana el teatrillo parlamentario ha tenido función doble. En la primera sesión, la escenificación de las consecuencias del pacto con los de Puigdemont. En la segunda, el retablillo de las diferencias entre Sumar y lo que queda de Podemos, quizás para que, con la comedia, al final no le prestáramos tanta atención al significado de la tragedia.

Una tragedia más, pues, esta semana, en ese camino loco de las concesiones del Gobierno al partido supremacista catalán. En esta ocasión, por ejemplo, la supresión del artículo de la Ley de Enjuiciamiento Civil que permitía detener un proceso de amnistía cuando el caso fuera elevado a los tribunales europeos. También la transferencia de la política migratoria a una comunidad autónoma cuyo presidente dice ahora que no sabe qué hacer con ella. Y sobre todo ese nuevo paso en las persecuciones, más allá de los jueces del 'procés': ahora a los empresarios que se marcharon de Cataluña, precisamente por el acoso de ese supremacismo. Hasta la fecha, nadie ha sabido decir si lo que se pacta es una nueva discriminación en forma de subvenciones para que las empresas regresen o una nueva amenaza en forma de sanciones para los que no lo hagan.

Y una comedia más, por decir algo, en esa incapacidad del Gobierno de mantener unos socios sin zaherir a otros, y sin poner de los nervios a todos los demás. No sé si es de patio de colegio o de patio de Monipodio ese «solo me afectan personalmente las cosas de la gente a la que quiero» de Yolanda Díaz. Pero en todo caso representa el poder que tiene todavía Podemos para morir matando. Tampoco sé si es más enternecedor ver votando a Podemos al lado de Vox o ver explicar a Irene Montero e Ione Belarra lo de la parte contratante de la segunda parte de los subsidios de desempleo de los mayores de 52 años. Otro arcano, por cierto, que no ha habido analista económico estos días capaz de desentrañar.

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Ya vemos las consecuencias que tiene en el grupo de los de la aritmética parlamentaria que Yolanda Díaz ya no se ajunte con Ione Belarra: ese «Yolanda Díaz» que, en palabras de Feijóo, le han hecho sus examigas a la propia Yolanda Díaz. Quizás en respuesta al «Pablo Iglesias» que en su día le hizo Yolanda Díaz a Pablo Iglesias. Y nadie contento: ni siquiera los de Vox, por votar por una vez al lado de Podemos. Tal vez porque la bancada de los unos, como la de los otros, más que sumar lo que tienen por delante es restar. Según parece, los de Abascal cerraron el 2023 con un tercio menos de afiliados activos que hace cuatro años.

Así están las cosas: lo que pueden dar de sí, a la hora del desgobierno, los siete diputados del 'botifler' Puigdemont y los cinco de las ex amigas de la vicepresidenta. Lo primero de lo mucho que vamos a ver todavía este año circense y electoral. Y aún hay quien dice que esto es lo que hemos votado los españoles.

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