Ojos de perro azul

Mientras salen o dejan de salir rumbo a su destino las cartas, con el voto de los vacantes, el fragor electoral aumenta. No sabemos cuántas víctimas más aportarán los mítines a los caídos por la calorina. Pero sí da la impresión de que en las calles hay ganas. No se sabe bien de qué, pero ganas. Aunque luego se diga lo contrario a la hora del vermú: que interesa más la opción de tapa que la opción política. Otra cosa es lo de la televisión, que ésa sí que te quita la libido desde el primer segundo del cronómetro. Nos hemos empeñado en que nos gobiernen aquellos a quienes quieren las cámaras, en lugar de los seres humanos. Y así nos va.

No conozco nada más real, por grotesco, que un debate televisivo. Tampoco nada más dudosamente democrático. Incluidas por igual la sordera de los moderados como la falsa neutralidad de alguna moderadora, incapaz de ejercer como juez sin dejar de ser parte. Debate a dos pactados por lo privado. Puro morbo audiovisual de la recreación del duelo a garrotazos de Goya. Y debates a barullo en el espacio público, función de noche de títeres de cachiporra, pero con cámaras.

Del eufórico derrumbamiento de Pedro Sánchez ya se ha hablado lo suficiente. De sus ojos de perro azul y su manifiesta incapacidad para discernir entre la realidad y el deseo. Como también de esa capacidad tan suya de reinventarse a sí mismo sin solución de continuidad. De que le echen por una ventana para terminar entrando por la puerta principal ante el estupor de tirios y troyanos. No tranquilo, pero quizás nunca se vio tan contento a Feijoo.

Luego está la otra verdad del gallinero. Sobre los reyes, desnudos o vestidos, el ruido de la pacotilla. La corte de los bufones sobre la que alguno ha escrito que esta vez sí hemos podido ver atisbos de debate político. Si debate político es que Gabriel Rufián, un señor cuya oratoria es más patética que los diálogos de Roberto Alcázar y Pedrín, 'desvele' que su partido obligó al Gobierno a indultar a los presos del 'procés', igual tienen razón. Pero si de verdad hablamos de debate, o de política, está claro que no. Unos ratos se llamaban de tú y otros de usted. Alguno ni podía contener la risa. Y la mayoría, aunque con algo más de ropa, parecían antes los concursantes de 'Supervivientes' que los futuros representantes de los españoles en el Parlamento. Tal vez es que se trata de lo mismo.

Dobla un julio inédito el espinazo y los carteros no dejan de sudar. Las terrazas resuenan hasta bien entrada la noche con el tintineo de hielo del gin-tonic. Pero luego llega la hora de dormir. De intentarlo. Entonces, al calor de las casas sin aire acondicionado se suma ese otro calor incendiario que produce la vergüenza ajena. «De tu mirar de sombra / quiero llenar mi vaso», que decía don Antonio cuando hablaba de las noches de verano, no de los ojos de Pedro Sánchez. Tan cerca, esas vacaciones «orilla al mar salado», que todavía nos parecen tan lejanas.