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Manifestación en Madrid esta semana por el precio de la vivienda. Europa Press
Opinión

Micro, macro y mediopensionistas

El Avisador ·

«Para una población de 48 millones contar con 4 millones de personas en pobreza severa y 10 millones más en riesgo de pobreza no parece motivo de orgullo. Claro, que el que no se consuela es porque no quiere»

Carlos Aganzo

Valladolid

Sábado, 19 de octubre 2024, 08:58

Son para quitarse el sombrero. Incluso el cráneo. Sobre todo, si las comparamos con la filfa de la media de la Unión. Las cifras de la economía española son la caraba, especialmente cuando las sometemos al visor de eso que los que saben (o dicen ... que saben) llaman macroeconomía. Lo mismo en el PIB que en el IPC. Y, más allá de estos acrónimos que nos conforman, también en otros asuntos de vital importancia, como el empleo, el desempleo, el gasto público, la balanza de pagos o la prima de riesgo (pobre Francia). Incluso, en palabras del ministro de Economía, que compareció ayer por primera vez en Valladolid, en la cosa de la vivienda. Que ni es tan grave ni resulta tan difícil de solucionar como se dice, por ejemplo, espoleando al Serla... Qué grato para los españoles, incluidos los inmigrantes, sentir que somos el motor de Europa.

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Qué gozo, y no solo en lo macro, sino también en lo mediopensionista. Llámese lo mediopensionista a esa realidad de diferentes alturas, diferentes realidades y diferentes oportunidades que son nuestras comunidades autónomas. La certeza absoluta, dice el ministro, de que esa excepción catalana que muy pronto sellarán con lacre y saludarán con salvas de pólvora del rey Esquerra y el PSC, no será óbice para que el resto de los no señalados por el viejo privilegio de los Reyes Católicos (todos menos Navarra y el País Vasco) tengan lo que les corresponda. Siempre ayudados por la posibilidad local de subir los impuestos. Gloria pura de la negociación política, que permite aumentar la asignación de todos aumentando todavía más la asignación de unos cuantos. Y un ejemplo de lo que se puede hacer con las arcas llenas por la cotización de tanto cotizante.

Nada, dice el ministro, parece capaz de detener tan buena marcha. Ni siquiera los asuntos más espinosos de la política interior. Llámese caso Koldo o caso Begoña. O caso fiscal general. O caso fango mediático. Al menos eso es lo que expresan los análisis: que la mala política puede incluso llegar a ser directamente proporcional a la buena economía. Franco, dicen los que saben (o los que dicen que saben), ya lo aprendió jugando con la prolongación de la dictadura y el desarrollismo de los años cincuenta y sesenta del pasado siglo.

E la nave va, incluso cuando toca hablar de economía micro. Esa que asegura que la insatisfacción de los ciudadanos no se corresponde en absoluto con las cifras de sus marcadores económicos. Hemos logrado impedir, dice el ministro con satisfacción, que por lo menos 10 millones de españoles que están en riesgo de pobreza, según los observatorios internacionales, no caigan definitivamente en el precipicio de la exclusión social. Los hemos salvado, asegura, al menos por el momento, de esa «pobreza severa» que sí sufren, sin paliativos, cuatro millones de españoles más. Estoy seguro de que, tal y como está Europa y, sobre todo, tal y como está el mundo, sufrir riesgo de pobreza en España no es lo peor que le puede suceder a un ser humano. Así lo piensan, sin duda, cada uno de entre esas decenas de miles de inmigrantes que llegan por año a nuestro país. Pero francamente, para una población de 48 millones contar con 4 millones de personas en pobreza severa y 10 millones más en riesgo de pobreza (no llegar a fin de mes, no poder pagarse un piso ni siquiera entre dos, no poder poner calefacción en invierno ni aire acondicionado en verano, llenar a la mitad la cesta de la compra…) no parece motivo de orgullo. Ni micro, ni macro ni mediopensionista. Claro, que el que no se consuela es porque no quiere. «El pequeño contrahecho –escribe, hablando de Cuba, Dulce María Loynaz– tiene / los pies más suaves y el cielo más lejos».

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