¡Menudo pájaro!
«Por sus obras los conoceréis, pero también por sus palabras. Las palabras de un tirano de manual al que ahora descubrimos conduciendo, con la misma crudeza que determinación, los pasos de su perro de presa»
Dicen sus corifeos que los 'whatsapp' de Pedro Sánchez que se ha filtrado esta semana, como pieza separada del caso Ábalos, también llamado caso Koldo, ... igualmente conocido como caso Aldama, son únicamente mensajes privados, misivas que «no aportan absolutamente nada». Pero nada… más lejos de la realidad. Tal vez los mensajes de Sánchez a su otrora guardia de corps, el zafio y displicente José Luis Ábalos, no aporten pruebas de la participación directa del Presidente en esta urdimbre que los jueces investigan como organización criminal por blanqueo de capitales, cohecho, delitos contra la hacienda pública o tráfico de influencias. Pero sí dejan muy bien a las claras el tipo de relación que Sánchez mantenía con el cabecilla de la trama. Y más allá de eso, sin duda aportan un valiosísimo material lingüístico y lexicográfico sobre la verdadera catadura humana del sujeto emisor de estas misivas.
Por sus obras los conoceréis, pero también por sus palabras. Las palabras de un tirano de manual al que ahora descubrimos conduciendo, con la misma crudeza que determinación, los pasos de su perro de presa, con una falta de respeto absoluta hacia los que, siendo de su mismo partido, no comulgaban ciertamente con su liderazgo, desde Javier Lambán hasta Emiliano García-Page, pasando por Ximo Puig o por Guillermo Fernández Vara. O todos esos «hipócritas» (en eso no le falta razón) que no acababan de ponérsele de frente, pero que sin duda le despreciaban tanto como él les desprecia a ellos. Un verdadero asco de política de interior.
Parece claro que lo de tildar de torpe, maltratador o «cuñadista» a Pablo Iglesias es algo que se queda corto. Corto para definir la figura del primer pícaro nacional, estulto antes que malo, según el diagnóstico maquiavélico de Sánchez (al revés te lo digo para que me entiendas). Pero corto sobre todo al lado de las palabras que el presidente usa para hablar de sus compañeros (él piensa que sus súbditos) en el partido. Especialmente dolorosas las que dedica a la ministra Margarita Robles, la única de todo su 'equipo' que nunca ha dudado en poner su lealtad al Estado, cuando es necesario, incluso por encima de su lealtad al Gobierno. La veteranía de Robles le ha servido para contestar con una sonrisa a esas palabras que se refieren a ella como «pájara», o que ironizan sobre su filiación por los uniformes. Pero no hace falta estar al frente de un gabinete de psicología para imaginar lo que debe pensar (que todavía no pensara) la ministra de su todavía presidente.
No sé si ahora que los discos duros del inefable Koldo García empiezan a aportar datos nuevos sobre la vinculación del secretario de organización del PSOE, Santos Cerdán, con la trama, los actuales corifeos de Sánchez seguirán diciendo que se trata de pruebas que «no aportan absolutamente nada» al caso. Pero tampoco hay que ser psicólogo para pensar qué habrá dicho, que dirá, o que estará diciendo ahora Pedro Sánchez sobre ellos mismos. Ni lo que les dirá cuando prescinda de ellos, como entonces le dijo en estos whatsapps a José Luis Ábalos, cuando se decidió a sacrificarlo por el bien de su causa. «Te escribo para trasladarte mi solidaridad ante los infundios que, por desgracia, estamos viendo en los medios». O además: «He echado de menos muchas veces trabajar contigo, también tu amistad». O sobre todo: «Siempre he valorado mucho tu criterio político».
Será el juez el que determine hasta qué punto todo este lenguaje de mafia de opereta implica que los criterios políticos de Ábalos, y de aquellos que a su vez han sido sus hombres de confianza, fueron además criterios delictivos, corruptos de toda corrupción. De momento, las palabras del número uno dejan una vez más al descubierto qué clase de pájaro nos gobierna. Menudo.
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