El mañana efímero
«Nos hace pensar en el ayer cada vez (todos los días) que un tren llega tarde, o cada vez que alguien del círculo más íntimo del de la pandereta es llamado a declarar por corrupción»
«La España de charanga y pandereta, / cerrado y sacristía, / devota de Frascuelo y de María, / de espíritu burlón y de alma quieta, / ha de ... tener su mármol y su día, / su infalible mañana y su poeta». Don Antonio da para mucho. Y lo mismo le puede servir a un progre la charanga para hablar de la España más rancia de la ultraderecha, que a un pijo la pandereta para denunciar el estado de descomposición de un gobierno presuntamente progre, que cada día suma un punto más en su afán de ganar el esperpento. Igual le vale la sacristía, al anticlerical, que le sirve al taurino la evocación de Frascuelo, que inició su revolución tauromáquica matando a un toro que se llamaba Señorito.
Y a más a más, lo que parece que de verdad nos sirve a todos los españoles, sin distinción de razas ni de sexos, de edad ni de deudas con Hacienda, es lo del «espíritu burlón» y el «alma quieta». Es decir: la capacidad de reírnos de todo sin dejar de ser sumisos a los dictados de los que nos mandan y hasta de los que nos pisan; de los que se afanan en que cada día que amanece seamos un poco más pobres y ciertamente menos libres… pero sin duda más guasones.
Una de charanga para el novio de Isabel Díaz Ayuso, denunciado y denunciante en el caso de revelación de secretos por parte del fiscal general. Y otra de pandereta, con repique mayor, para el hermano de Pedro Sánchez, que llaman a comparecer en el banquillo al lado de su compadre, el presidente de la Diputación de Badajoz, el probo Miguel Ángel Gallardo, que ha tardado menos en buscar aforamiento que lo que dicen que tardó Frascuelo en llevarse por delante la vida de Señorito, que fue un decir amén.
Y concierto de charanga y pandereta, todo junto, para el último sarcasmo de la presencia de España en el panorama internacional: el oneroso caso del voto popular en la porquería de Eurovisión. Cutre la canción, cutre el festival, dudosa la democracia populista de los votos digitales y entretenida (como poco) la investigación de los hombres de Paco (perdón, de Pedro) para enterarse de si son los israelíes quienes, además de sacar dinero de los teléfonos móviles de los españoles, los han usado para vengarse de lo mal que se lleva Sánchez con Netanyahu (lo que le honra, por cierto). O si son los propios españoles, con su proverbial «espíritu burlón», los que se han empleado a modo para decir por los teléfonos móviles lo que no terminan de decir nunca en las urnas: que están hasta las narices de esa diva que sigue en lo alto del teatro «despreciando a los demás del camerino», como dice la canción de Melody.
Para el mármol machadiano, el don Tancredo vestido de presidente del Gobierno que se retiró de ejercicios espirituales porque no llegaba a concebir cómo la democracia podía cuestionar las maniobras de su santa esposa. El hermano de su hermano y el mismo que se fue de rositas con el apagón. Un apagón, por cierto, que en nuestro «infalible mañana» nos deja cuatro euros al mes por barba en la factura de la luz. Ese mañana efímero, líquido, evanescente, vaporoso, desleído, incierto y circunstancial que nos hace pensar en el ayer cada vez (todos los días) que un tren llega tarde, o cada vez que alguien del círculo más íntimo del de la pandereta es llamado a declarar por corrupción. Y todos nos reímos y damos cuerda a lo más jocoso de nuestro espíritu burlón. Y nunca pasa nada, porque el alma sigue quieta, doméstica y conforme… ¡A ver si sale un poeta que sea capaz de cantar a todas estas cosas!
¿Tienes una suscripción? Inicia sesión
Comentar es una ventaja exclusiva para suscriptores
¿Ya eres suscriptor?
Inicia sesiónNecesitas ser suscriptor para poder votar.