El presidente del PP, Alberto Núñez Feijóo, en el Congreso. Efe
El avisador

Entre el lodo y la nada

«Especular a estas alturas sobre si la soberanía popular reside en el Congreso, en el Senado o en el conjunto de los dos es burlarse todavía un poco más de la Constitución»

Carlos Aganzo

Valladolid

Sábado, 13 de abril 2024, 00:30

Sospechan, los que saben cómo funcionan estas cosas, que alguien que conoce a alguien de la confianza de alguien le ha dicho a alguien que conoce a alguien de la confianza de otro alguien que el personal estaba muy harto del alto nivel de bajura ... de la pugna política, y al final los altos jefes de Gobierno y Oposición se han puesto 'de acuerdo' en algo: rebajar un punto el crispamiento del lenguaje parlamentario. A Feijóo le recomendaron los suyos que mentara a la esposa de Sánchez solo lo necesario, y a Sánchez sus guionistas le pidieron que, cada vez que le preguntaran algo, en lugar de responder se limitara a situar a su rival «entre la nada y el lodo». Qué originalidad.

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Una falsa cortesía que, en su afán de salir de la pelea en el lodo, deja en evidencia que lo que queda del debate político en España es la nada. Nada sobre una necesaria posición de Estado sobre la reivindicación del estado de Palestina. Nada sobre el verdadero alcance de la corrupción. Nada sobre cualquier posibilidad de debate real sobre una ley de amnistía que sigue siendo uno de los dos grandes lodazales de nuestra política, más allá de las deficiencias verbales, culturales y educacionales de sus señorías.

Dos grandes lodazales, digo, que afectan directamente a los cimientos de nuestra democracia. El primero, la relación podrida entre el poder político y el judicial. Tal vez Sánchez no llegue a los extremos que en su día llegó Irene Montero cuando aseguró que los jueces, en su inmensa mayoría, eran machistas (ignorando, por cierto, que la mayoría de los jueces son juezas). Pero sin duda su estrategia de atacar y de tratar de manipular de manera permanente a la judicatura se deriva de su concepto de que la mayoría de los jueces son conservadores. Una realidad que obliga a la política de trinchera de Feijóo, que no accede a pactar la renovación hasta que no haya una nueva ley que desvincule los nombramientos del poder judicial de la designación parlamentaria. Algo que no tiene visos de suceder.

Un lodazal que tiene mucho que ver con el otro, donde todo se reduce también a la nada de la verdadera división de poderes. En este caso no ya con respecto al reparto entre legislativo, ejecutivo y judicial, sino, mucho peor, frente a la verdadera concepción de eso que llamamos 'soberanía'. Especular a estas alturas sobre si la soberanía popular reside en el Congreso, en el Senado o en el conjunto de los dos es burlarse todavía un poco más de la Constitución. Ahí sí que la nada de la reflexión política ha entrado en la pelea sobre el lodo cuando el Senado ha roto su silencio de corderos, precisamente para reivindicar su papel de cámara territorial frente a un conflicto territorial: el de Cataluña.

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En este caso, hombres y mujeres, los jueces en su mayoría ya han dicho lo que tenían que decir: que consideran que la ley de amnistía no ha lugar, y no por su contenido específico, sino sobre todo por su principio legal, que no obedece al interés general sino al particular. Lo mismo que apuntan las instituciones europeas. Así las cosas, de poco sirve la presunta cortesía de dejar de mentar a las familias respectivas por un rato, si en aras de salir del lodo terminados enfangados en la nada. Ya lo decía el gran Pepe Hierro, que hablaba de su alma pero a veces daba la impresión de que hablaba de la falta de alma de ciertos paseantes en Cortes: «Después de todo, todo ha sido nada, / a pesar de que un día lo fue todo». Y en conclusión: después de tanto todo (y tanto lodo) para nada. Pues eso.

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