El calor lleva camino de arruinar las cosechas. Pero de momento ha salvado el empleo del mes de abril. Y las dos Españas vuelven a estar más presentes que nunca: la que trabaja como camarero y la que no. El turismo, dicen los sabios, seguirá ... manteniendo a nuestro país como la gran terraza de verano del mundo. Por encima del precio del petróleo y del encarecimiento de las materias primas. La recaudación del IVA se dispara, lo mismo que los beneficios de los bancos, a pesar de las requisas estatales. Y el millón de parados que siguen sin cobrar una sola prestación por desempleo empieza a plantearse el dilema: enrolarse ellos también en la hostelería o seguir dejándose servir e invitar por la buena gente. Nada es lo que parece. O a lo mejor sí, lo que es más grave.
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En verdad, y aparte de los ucranianos, los únicos que se muestran preocupados por lo que pasa son los investigadores de la inteligencia artificial. Los robots que recaudaron nombres de científicos de Tesla y Twiter que pedían la paralización de ciertas investigaciones sobre la ciber suplantación del ser humano ya han sido neutralizados por otros robots, que demuestran que las firmas eran falsas. Y el padre de la IA, el Príncipe de Asturias Geoffrey Hinton, se ha quedado solo como un Nostradamus de vía estrecha, proclamando el «escenario de pesadilla» que nos espera si seguimos alentando la rebelión de los chatbots. Preocupados por sus propios expedientes de empleo en Castilla y León, fruto del encontronazo con Vox, los sindicatos han aparcado por el momento sus demandas sobre la necesidad de que la inteligencia artificial cotice a favor de los humanos, frente a esos 300 millones de empleos, calculados por Hinton, que en breve se llevará por delante el algoritmo.
Cosas de la ciencia ficción. Calorinas de mayo. ¡Con lo bien que se lo han pasado millones de personas en todo el mundo reproduciendo una y otra vez el 'videofake' de la detención de Trump! «Ay, falso burlador», que escribió el sevillano Gutierre de Cetina… Y además, mirando sinceramente por casa: ¿se puede creer alguien que la inteligencia artificial va a producir robots capaces de tirar una caña o de servir un vino como lo hace un ser humano? Ciertamente, no. Al menos a corto plazo.
Lo que importa es lo que de verdad importa. Y lo que de importa de verdad hoy es cómo de reforzada o de lesionada va a salir la monarquía británica con la coronación del rey Carlos III. Cuánto tardará la reina Camila en hacer sustituir a los seis caballos de pura raza Windsor Grey por caballos digitales que tiren de la carroza del Jubileo del Diamante con cargo al palacio de Buckingham. El último grito de un país que tiene las peores cifras económicas de eso que nosotros llamamos Europa y ellos el Continente.
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Amor y lujo en los tiempos del cólera, y la necesidad de que las imágenes del boato de los otros Windsor, los que no son necesariamente caballos, se lleven de una vez de nuestra memoria RAM las imágenes cutres del Dos de Mayo. El último grito, éste, de reposicionamiento político de cara a unas elecciones municipales donde todavía no han dejado presentarse al algoritmo. O sí. Una Díaz (Ayuso) que hace subir a la derecha a costa de lo menos alentador del ser humano y otra Díaz (Yolanda) que agota todos los plazos para dar a conocer si su nueva izquierda sumará o restará finalmente más votos para la misma derecha. Y en medio, el gesto mayestático de Margarita Robles, como un soldado más, presenciando impertérrita el ridículo universal del ministro de la Presidencia. Con mando militar de tal categoría e inteligencia natural de tamaño porte, podemos estar tranquilos. No hay inteligencia artificial capaz de superarlo.
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