![Dientes por diente](https://s2.ppllstatics.com/elnortedecastilla/www/multimedia/2023/10/13/Imagen%2088099741-kVGG-U210422681551LNF-1200x840@El%20Norte.jpg)
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Nos han helado la sangre. Nos siguen helando la sangre. Nos van a seguir helando la sangre las imágenes, los datos que nos llegan y llegarán sobre la progresión geométrica de la violencia en Israel. Sin contar, como si no existieran, los muertos en ... Cisjordania, el ultimátum de Netanyahu para que un millón de personas abandonen sus casas en la franja de Gaza traerá «consecuencias humanitarias devastadoras», como anuncia Naciones Unidas, todavía paralizada por igual ante la barbarie terrorista de Hamás y la respuesta volcánica, devastadora, aplastante, del estado de Israel.
Todavía, una semana después del ataque, nadie ha podido precisar hasta qué punto una explosión de barbarie y de violencia como esta se ha podido producir en un estado que presume de tener los servicios secretos mejor informados del mundo. No basta, desde luego, la preparación por parte de los terroristas. Ni siquiera la cooperación internacional de esos países próximos que no dejan un solo segundo de trabajar contra Israel. Es necesario entender que una brecha de estas dimensiones solo puede entenderse desde el propio estado de degradación del estado israelí.
Una realidad que hasta ahora solo preocupaba a los analistas desde el punto de vista interno, sin prever en absoluto las consecuencias que ese desmoronamiento podrían tener para el entorno. Ese entorno tan frágil que llamamos Oriente Medio, pero que en realidad expresa la propia fragilidad del equilibrio de fuerzas y civilizaciones en el planeta.
El 'ojo por ojo' del Antiguo Testamento, un texto sagrado que compartimos por igual judíos, musulmanes y cristianos, nos muestra estos días su rostro más terrible e inhumano. Ojo por ojo y, en este caso, dientes por diente, porque a nadie se le escapa que el mejor modo de esconder la inoperancia propia en la defensa es responder con la violencia multiplicada. Miles y miles de palestinos, hombres, mujeres y niños, seguirán perdiendo sus vidas sin piedad y sin descanso estos días, atrapados entre la dictadura de los propios terroristas que ahora dirigen sus vidas y la furia infinita de los que necesitan vengar una acción asesina de dimensiones y crueldad inusitadas. Hombres, mujeres y niños porque, si siempre lo fueron en todas las guerras de todos los momentos de la historia del hombre, parece ser que en el siglo XXI las víctimas civiles se han convertido ya en la única moneda de cambio posible entre beligerantes. Si se dice que con la Primera Guerra Mundial terminó ese último espíritu caballeresco del combate, que colocaba a un lado a los militares y en otro a los civiles en los conflictos más sangrientos que se puedan imaginar, lo cierto es que la monstruosidad añadida del terrorismo (de bandas, de facciones, de estado) no solo ha hecho imposible recuperar aquellos principios, sino que los han vuelto por completo del revés: las víctimas civiles, por desgracia, son hoy el único lenguaje bélico que se comprende. El límite ya de largo sobrepasado en lo que hemos visto y seguimos viendo en la guerra de Ucrania. El desbordamiento absoluto en Oriente Medio.
Y entre tanto, como de costumbre, Europa dividida. Dividida entre los que tratan todavía de mantener el núcleo, la resistencia, la relevancia de algo que se parece a los principios de Occidente, y los que siguen pensando que el terrorismo, provenga de donde provenga, sigue siendo válido para defender ideas, causas o identidades. Nada puede justificar nunca una acción como la de Hamás frente a tantas y tantas víctimas inocentes. Pero todos los esfuerzos (diplomáticos, dialécticos, personales) deben centrarse ahora en un único objetivo: detener la ola de la venganza, que lleva el camino de adquirir tintes históricos. Una ola de tsunami que, como todas las olas de la guerra, nunca sabemos hasta dónde puede penetrar en las tranquilas playas donde creemos que vivimos los ciudadanos de Europa.
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