El presidente del Gobierno, Pedro Sánchez. EP
El aviador

Degeneración democrática

«Los adictos al poder y al autoritarismo son legión, y cada uno, dentro de sus posibilidades, hace lo que puede por mantener y hasta por agrandar su capacidad de dictar su voluntad, para imponerla a los otros. En España tal vez no tenemos un mesías como Donald Trump, pero sí un elegido

Carlos Aganzo

Valladolid

Sábado, 20 de julio 2024, 08:28

Se dice de Adolfo Hitler que su fe de carbonero en la astrología le permitió salir vivo de los 42 atentados que se organizaron contra él a lo largo de su vida. A Franco, aunque él prefería hablar de Providencia, lo cierto es que lo ... que le permitió mantenerse eternamente en el poder, hasta que lo desenchufaron, fue su baraka, el resultado de una misteriosa bendición con que le obsequiaron los rifeños cuando era teniente de Regulares, y las balas silbaban a su alrededor como demonios. Ahora corren ríos de tinta sobre la mano de Dios (in God we trust) en el desvío milimétrico del proyectil que rozó la oreja de Donald Trump después de que le disparara TM Crooks, y que se fue a buscar otro cuerpo en el que instalar la muerte.

Publicidad

El mundo de presuntos derechos y libertades en el que todavía vivimos se achica. Y no son pocos los que tratan de achicarlo cada día un poco más. Los adictos al poder y al autoritarismo son legión, y cada uno, dentro de sus posibilidades, hace lo que puede por mantener y hasta por agrandar su capacidad de dictar su voluntad, para imponerla a los otros. En España tal vez no tenemos un mesías como Donald Trump, pero sí un elegido. Un elegido, al menos por sí mismo, como el gran regenerador de la democracia. Así tras su retiro de abril al Monte Carmelo, donde empezó a reflexionar a fondo sobre la necesidad de defender la democracia de los efectos de la propia democracia, después de que la ley llamara a su puerta preguntándole por lo que más quería: su propia esposa. Ésa que esta semana se ha acogido a su derecho a no declarar ante el juez, mientras su paladín, en el Parlamento, volvía a hacer el ridículo presentando ante la representación del pueblo ese gran proyecto regenerativo suyo, que prácticamente se limitó a leerles sus derechos a quienes hablan o escriben en los medios, de acuerdo con la legislación europea. Eso sí, después de dejar perplejos a propios y a extraños, incluidos los socios de su coalición de Gobierno, y de marcharse a palacio como el valentón del soneto con estrambote de Cervantes: «miró al soslayo, fuese y no hubo nada». Menos mal, porque esperábamos algo peor.

Mentiras, con algo de sexo y mucho de vídeos manipulados, que ese mismo día centraron buena parte del discurso de la renovada lideresa de Europa, Ursula Von der Leyen, a la que hay quien dice que cada día se le pone un poco más cara de Angela Merkel. Quizás por su capacidad para unir a populares, socialistas, liberales y hasta a los verdes para luchar contra lo que verdaderamente importa: el auge de una ultraderecha para la que la democracia ha dejado de interesar hace mucho tiempo. Un «escudo europeo» que apostará por su propia red de «verificadores de hechos», que perseguirá los fangos, los bulos, los «ultrafalsos» y las acciones demoníacas de la inteligencia artificial. Vamos, lo que Sánchez quiso hacer pasar como propio tan siéndole ajeno.

En fin, que suena a juego de niños, frente a los grandes expresos europeos, ese cartucho de demagogia que ha querido gastar el presidente, en forma de salvas, en su camino de buscarle las últimas vueltas a lo que queda de la Constitución española del 78. Su rebaja constante de la lucha contra la corrupción sea en favor de los amnistiados por el «procès», por la propia amenaza sobre las presuntas actividades de su esposa o, ahora, por medio de su corifeo Conde Pumpido, devolviendo la gracia a los penados de su partido desde su puesto en el Tribunal Constitucional.

Publicidad

En Estados Unidos anda empeñada en degenerar la democracia una generación de ruinas bíblicas que va de los 81 años de Biden, el olvidadizo, hasta los 77 de Trump, el renacido. Nosotros, más europeos, hacemos lo propio a través de otra generación degenerada de políticos sin talento, sin rumbo y con las piernas enfangadas más arriba de la rodilla, que nos ofrece piezas magníficas de 52 años, como Sánchez, el mentiroso, o de 44, como Isabel Díaz Ayuso, la compulsiva. Me imagino lo satisfechos que tienen que estar con esta quinta columna algunos de los grandes enemigos de occidente, como el joven Vladimir Putin (71 años), desde Rusia, o el aún más joven Xi Jinping (71) desde China con amor. Hay semanas, lo confieso, que viendo a los «nuestros», desde un lado o desde otro del Atlántico, tengo la sensación de que cualquier día nos sale en la pantalla de este videojuego que llamamos democracia occidental el letrerito de «game over». Eso que ya dice haber visto ya Alvise (34 años) con su amenaza de que «se acabó la fiesta». O esa otra «esperanza blanca», peor que lo peor de todo lo visto hasta ahora, que también en Estados Unidos tiene nombre: se llama JD Vance (40) y va a ser el próximo vicepresidente de los Estados Unidos. Estamos en manos de Dios.

Este contenido es exclusivo para suscriptores

0,99€ primer mes

Publicidad